La tercera crisis del Capitalismo
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Mayo 201216 Comentarios
FRAY BETO
La actual crisis del capitalismo dio sus
primeras señales en los Estados Unidos en
el 2007 y ya hizo aparecer en el Brasil signos de incertidumbre.
El sistema es un gato de siete vidas. En el
siglo pasado enfrentó dos grandes crisis: la primera a comienzos del siglo XX,
en los orígenes del imperialismo, al pasar del dejar hacer (liberalismo
económico) a la concentración del capital por parte de los monopolios. La guerra económica por la
conquista de mercados condujo a la bélica: la Primera Guerra
Mundial. Y acabó en una “salida” hacia la izquierda: la Revolución Rusa de
1917.
En 1929 se dio una nueva crisis, la Gran Depresión. En
un abrir y cerrar de ojos miles de personas perdieron sus empleos, quebró la Bolsa de Nueva York, se
extendió la recesión durante un largo período, afectando a todo el mundo. Pero
esta vez la “salida” fue hacia la derecha: el nazismo. Y como consecuencia la Segunda Guerra
Mundial.
¿Y ahora qué?
Esta tercera crisis se diferencia de las
anteriores. Y es sorprendente por varios aspectos: los países que antes
componían la periferia del sistema (Brasil, China, India, Indonesia) están
mejor que los metropolitanos. Este año el crecimiento de los países
latinoamericanos debe superar al de los EE.UU. y al de Europa. En esta parte del
mundo son mejores las condiciones para el crecimiento de la economía: salarios
en alza, desempleo a la baja, crédito abundante y reducción de las tasas de
interés.
En los países ricos se acentúan el déficit
fiscal, el desempleo
(en la Unión Europea
hay 24.3 millones de desempleados), el endeudamiento de los Estados. Y en
Europa parece que la historia -para quien ya vio esta película en América
Latina- está siendo repetida: el FMI pasa a administrar las finanzas de los
países, intervino en Grecia y en Italia, y quizá dentro de poco en Portugal, y
Alemania, como acreedora, logra lo que Hitler intentó por las armas: imponer a
los países de la zona del euro las reglas del juego.
Hasta ahora no hay salida para esta tercera
crisis. Todas las medidas tomadas por los EE.UU. son paliativas y Europa
todavía no ve la luz al final del túnel. Incluso se puede agravar todo con la
ya anunciada desaceleración del crecimiento de China y la consecuente reducción
de sus importaciones. Para la economía brasileña sería drástico.
El comercio mundial ya se redujo un 20 %. Y se
da una progresiva desindustrialización de la economía, que está afectando al
Brasil. Lo que, por otro lado, sustenta las ganancias de las empresas es que
ellas operan por ahora tanto en la producción como en la especulación. Y, a
través de los bancos, promueven la financiación del consumo. ¡Viva la vida!
Hasta que la pelota estalle y la insolvencia se propague como la peste.
La “salida” de esta tercera crisis ¿será por
la izquierda o por la derecha? Temo que la humanidad se encuentre bajo dos
graves riesgos; el primero ya es obvio: los cambios climáticos. Producidos
incluso por la pérdida del valor de uso de los alimentos, ahora sujetos al
valor de compra establecido por el mercado financiero.
Se está dando una creciente reprimerización de
las economías de los llamados emergentes. Países como Brasil retornan en el
tiempo y vuelven a depender de las exportaciones de commodities (productos
agrícolas, petróleo y mineral de hierro, cuyos precios son determinados por las
transnacionales y por el mercado financiero).
En este esquema global, ante el poder de las
gigantescas corporaciones transnacionales, que controlan desde las semillas
transgénicas hasta los venenos agrícolas, el latifundio brasileño pasa a ser el
eslabón más débil.
El segundo peligro es la guerra nuclear. Las
dos crisis anteriores tuvieron en las grandes guerras sus válvulas de escape.
Ante el desempleo masivo, nada como la industria bélica para emplear
trabajadores desocupados. Hoy día hay miles de artefactos nucleares guardados
por todo el mundo. E incluso hay minibombas nucleares, con precisión para
destrucciones focalizadas, como en Hiroshima y Nagasaki.
Estamos a tiempo para rechazar la anticipación
del apocalipsis y reaccionar. Para buscar una salida al sistema capitalista,
intrínsecamente perverso, hasta el punto de destinar miles de millones a fin de
salvar el mercado financiero y de dar la espalda a los millones de seres
humanos que sufren entre la pobreza y la miseria.
Lo que nos queda, pues, es organizar la
esperanza y crear, a partir de una amplia movilización, alternativas viables
que lleven a la humanidad, tal como se reza en la celebración eucarística, “a
repartir los bienes de la
Tierra y los frutos del trabajo humano”.
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