El “intempestivo” ingreso de Venezuela al MERCOSUR


Señales hacia Big Brother


Escrito por: Raúl Zibechi



Cuando Dilma Rousseff se acercó a José Mujica y a Cristina Fernández, la semana pasada en Mendoza, diciendo “Tengo algo político que discutir con ustedes”, estaba a punto de trasmitir un mensaje que cambiaría el desarrollo de la cumbre del Mercosur. A solas, la presidenta exigió a Uruguay el apoyo al ingreso de Venezuela al bloque, que Montevideo se resistía a aceptar desde el día anterior por una cuestión de formas.
Antes de viajar a Mendoza, Dilma se entrevistó en San Pablo con el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien “exigió” a su sucesora que “colocara todo el peso político de Brasil en la reunión que en pocas horas arrancaría en Mendoza” para conseguir el ingreso de Venezuela al Mercosur” (Noticias Clic, martes 3).
Hace ya tiempo que Lula se reveló como un destacado estratega y geopolítico. De la mano de Celso Amorim, proclamado como el “mejor canciller del mundo” por la revista Foreign Policy en 2009, el presidente brasileño ya había conseguido descarrilar la cumbre de la omc en Cancún, en 2003, creando el Grupo 20-plus liderado por su país, China, India y Sudáfrica, con lo que se impidió la liberalización del mercado agrícola global. En mayo de 2010 la diplomacia brasileña logró la firma de un acuerdo a tres con Irán y Turquía para el intercambio de combustible nuclear, diseñado para apaciguar la escalada bélica de Estados Unidos e Israel contra Irán.
En la región, el Brasil de Lula fue uno de los artífices del fin del Área de Libre Comercio de las Américas (alca), enterrada en la cumbre de Mar del Plata en noviembre de 2005, y de las gestiones de la Unasur para frenar el “golpe cívico” que la derecha boliviana tramaba en setiembre de 2008 contra Evo Morales. La alianza militar con Francia es uno de los principales legados de los gobiernos de Lula desde el punto de vista geopolítico, ya que le permite construir submarinos convencionales y nucleares para defender su petróleo e impulsa el único complejo militar-industrial latinoamericano.
Lula fue el arquitecto de la Unasur y de la Celac, que por primera vez en la historia de América Latina integran a todos los países sin la tutela de Estados Unidos y Canadá, reafirmando una voluntad opuesta a la doctrina Monroe cuya máxima podría ser “América Latina para los latinoamericanos”. La creación del Consejo Sudamericano de Defensa, que incluye a las doce fuerzas armadas de la región, apunta a mediano plazo a construir autonomía militar para la región.
Que el Mercosur y la Unasur puedan jugar el papel que les corresponde en el marco de un mundo multipolar no podrá ser sin que se establezcan disputas con las grandes potencias, en especial con Estados Unidos. En ese camino, Brasil juega por momentos como gran potencia, a veces con rasgos imperialistas, pero en los hechos ha mostrado su capacidad de sentarse a discutir de igual a igual incluso con vecinos con un pib cincuenta a cien veces menor.
Es cierto que la decisión tomada en Mendoza para el ingreso pleno de Venezuela fue poco prolija, pese a que los parlamentos de los tres países que la promovieron ya la habían aprobado. Sin embargo, en un período de agudos cambios como el actual, en que se están reconfigurando los poderes globales, regionales y locales, las formas pesan menos que los contenidos. Lo que está en juego es que el camino iniciado en Honduras en 2009 (el golpe contra Manuel Zelaya) no se convierta en el “recurso del método” para impedir que los países y los pueblos elijan su rumbo.
Brasil se empeñó a fondo contra el golpe en Honduras, que con el pasar de los meses se supo que fue gestado con el apoyo de Washington, ¿podía hacer algo distinto en el caso de Paraguay, país clave para la estabilidad energética y militar propia y de todo el Cono Sur? El ingreso de Venezuela al Mercosur es una señal dirigida a la Casa Blanca de que la región no quiere seguir siendo patio trasero. n



Publicado el Jueves 05 de Julio de 2012

Comentarios

Entradas populares de este blog

Paginas de nuestra historia (IX). La bisnieta de Artigas.

Apuntes para las izquierdas futuras