Aparicio Saravia, y sus grandes patriadas.



Escribe: Don Pedro



Se cumplen en este setiembre 115 años de la finalización del primer levantamiento armado del general Saravia, en lo que se hace llamar la “revolución” o patriada. Con el pacto de La Cruz (en ese momento paraje del departamento de Florida) entre el Gral. Saravia y el colorado Juan Lindolfo Cuestas se puso fin el 18 de setiembre de 1897 al levantamiento de Saravia que movilizo más de quince mil hombres.  En setiembre de 1904 la clase trabajadora rural perdió a su último gran caudillo a su último líder. Se cumplieron en 1897 y 1904 los últimos levantamientos donde la clase trabajadora rural tuvo la oportunidad de tomar las armas, y se perdió (quizás sin darse cuenta) la última oportunidad de transformarse como clase social, de reivindicarse a si misma y hacer conocer sus necesidades y su realidad de clase dominada. Los trabajadores rurales fueron utilizados lamentablemente como mera carne de cañón, para responder a intereses de divisas y no supieron aprovechar ni la experiencia bélica ni política para imponer en ese momento ni en otro sus intereses de clase.

No encontraron y quizás siquiera buscaron un líder de clase, que condujera a la verdadera emancipación. Si bien Saravia fue y es un icono de los blancos no represento nunca intereses de clase estrictamente hablando, la actitud hacia el estaba basada en elementos emocionales que hasta el día de hoy sigue siendo explotada por “los caudillos de la ciudad” y se resume en la frase “presente mi general” vacía de contenido teórico pero sin dudas llena de actitud emocional. Saravia no fue ni se planteo ser un líder de intereses de clase, nada más bien planteado que por Javier de Viana “No es un hombre, es un símbolo; no es una idea, es un sentimiento”.

Es de recordar que, como siempre los comandos del levantamiento estuvieron siempre en manos de los estancieros, los cuales con honrosas excepciones no pusieron sus bienes a la orden del movimiento armado, algunos incluso se insolventaron con el fin de evadirse de las interdicciones del gobierno. También con pocas excepciones, dentro de la por supuesto se encuentra la del general Saravia, los levantamientos armados fueron utilizados para escalar posiciones de poder político manteniendo es statu quo y por supuesto la bendita propiedad privada.

Los trabajadores rurales no se concibieron ni conciben  como clase con necesidades particulares y identidad propia, siendo un simple apéndice servil (esperemos que por ahora) de los dueños de la tierra que sigue aun concentrada en pocas manos y sigue contando con la aquiescencia de los “gauchos” para su incesante crecimiento.

 En estos eventos bélicos, sin duda heroicos pero también regresivos, el pobrerío rural fue llamado para combatir a sus hermanos y lo hizo con singular eficacia. La clase trabajadora rural se conformo con llevar y usufructuar de la licencia que los dueños de la tierra le daban y que perfectamente se resumen  famosa divisa de “aire libre y carne gorda”, sin avanzar mas aya hacia sus intereses propios. Dejó pasar la oportunidad de crear una  revolución verdadera; tan reacia ha sido la clase trabajadora rural a la revolución verdadera que en el ultimo intento de liberación nacional se descarto el medio rural como centro para su desarrollo.

Podemos concluir al final del día, con el paso del tiempo que las clases mas desfavorecidas de nuestro interior rural ha sido incapaz de auto liberarse de los lazos que lo atan o le impiden su desarrollo como clase social. A que se debe eso: tiendo a suponer que no devienen de ninguna inferioridad sicológica particular sino de las condiciones en las cuales debe laborar, que no es otro que el aislamiento y la poca comunicación; ahora bien pasados casi doscientos años de nuestra independencia esta situación de dominación en la que se encuentra de nuestro sector trabajador rural esta in cambiada y estas condiciones de aislamiento no son tales pues buena parte del proletariado rural hoy vive en la ciudad y labora en le campo, teniendo además un relativo fácil acceso a las tecnologías, fruto no de concesiones de sus empleadores sino por el contrario de políticas estatales de los últimos años.

Pequeños postulados teóricos impulsados en forma exógena por un gobierno de izquierda como lo son la ley de limitación de la jornada de trabajo para el sector o los consejos de salario se han quedado meramente en postulados sin eficacia práctica y los trabajadores rurales poco han hecho para profundizar sobre estos dos tópicos. Los principales interesados que son los trabajadores o pequeños hacendados, ni los caudillos de otrora, ni los sectores que impulsan los derechos de la clase trabajadora, ni el gobierno de izquierda, han sido capaces de plantear la discusión sobre el tema de fondo y el verdaderamente importante que no es otro que el régimen de tenencia de la tierra.

Desde nuestra independencia hasta la actualidad el régimen de tenencia de la tierra ha sido el mismo, el puro y duro regido por el Código Civil, fruto legislativo además de un gobierno no democrático. La pregunta de cual es la causa de esto puede tener muchas respuestas, se puede atribuir a múltiples cuestiones, pero no debe olvidar la clase trabajadora rural que aun permanece en el campo o que se amontona en los pequeños pueblos de nuestro interior de que sigue apegada a viejas teorías de tradicionalismo y conservación de costumbres sin dar espacio a verdaderas teorías de liberación. Teorías que por otra parte solo sirven ahora, y han servido siempre para conservar los privilegios de los propietarios de esa tierra; tierra que ellos se prestan a hacer producir en beneficio de otros. La peonada de las estancias, viva ya en el propio medio rural, en los pequeños pueblos o ciudades del interior o habiéndose transformado en pequeños hacendados no ha logrado jamás elevarse por encima de su condición personal, no ha llegado a captar su realidad como un problema social.

La clase trabajadora rural sigue corriendo detrás del cascabel que muestra hace doscientos años el estanciero, el cual sigue apelando al sentimentalismo que otrota se sintió por Saravia (aunque hoy día ninguno calza los puntos éticos que éste calzó), a la falsa igualdad del tradicionalismo (expresado en atavío gauchesco, en las grandes fiestas hípicas donde se exhiben habilidades gauchescas o la fuerza bruta y resistencia de los equinos)  y a la divisa ya desmerecida. “Los estancieros, con el particular sistema de producción que seguían -y siguen diría yo- , habían creado una sociedad en que el grupo por ellos explotado o marginado, nunca podría oponérsele como clase. Ese era un drama que afectaba al país entero. Y lo afecta” Historia Rural del Uruguay Moderno TIV Barran y Nahum-EBO 1972 Pág.76


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