Apuntes para las izquierdas futuras
Álvaro
García Linera es un sociólogo y político boliviano que fue también
vicepresidente de Evo Morales; teórico y práctico, entonces, con una gran
capacidad reflexiva y enorme experiencia política, hasta gubernamental.
Por eso sus
comentarios sobre el futuro de las izquierdas son particularmente valiosos; y
serán comentados por mí para resaltarlos.
Iremos
resumiendo contenidos en subtítulos, y comentando algunos de ellos brevemente.
Sus palabras textuales están entre comillas (“) en lo que sigue.
Uno. Izquierdas deben ser más radicales en
formas y contenidos
Cuidado.
García Linera lo dice en general, como brújula genérica para las izquierdas
futuras. Cualquier país puede fundamentar su excepción coyuntural, lo que no
obsta a la validez general de las afirmaciones. “Frente a la radicalización de
las derechas”. “El progresismo y las izquierdas no pueden tener un
comportamiento condescendiente, intentando contentar a todas las facciones y
sectores sociales”. “Y si la izquierda no cumple eso, y convive con un régimen
que empobrece al pueblo, es inevitable que la gente gire drásticamente sus
preferencias políticas hacia salidas de extrema derecha que ofrecen una salida
ilusoria al gran malestar colectivo”. “Toda actitud moderada ante la gravedad
de la crisis, fomenta y alimenta los extremos. Si las derechas hacen eso,
alimentan a las izquierdas; si lo hacen las izquierdas, alimentan a las
extremas derechas”. “En estos tiempos, a las extremas derechas se las derrota
con más democracia y con mayor distribución de riqueza, no con moderación ni
conciliación”. Más claro, échale agua; pero igual echémosle un poco más, por
las dudas. Para García Linera, al menos genéricamente, habría terminado el
tiempo para que las izquierdas ‘hagan buena letra’, ‘sean políticamente
correctas’ e intenten ‘hacerse perdonar’ por antiguos radicalismos políticos
anarcos, revolucionarios y guerrilleros. Como modos de evitar malas referencias
a esos vergonzantes ‘pecados’ de un pasado radical en medio de la
bienaventurada democracia electoral de mercado, que se empieza a adoptar en
épocas de ‘disciplinamiento’ sociocultural y económico político de las
doctrinas de izquierda que florecen desde fines del siglo XVIII.
Esas
izquierdas que reculan en chancletas, que buscan desaforadamente el centro, y
cuyo máximo programa es no chocar con nadie y evitar votos-rechazo en
balotajes, se venden en las góndolas como diet, descafeinadas, casi cero,
aprobados por ADU y para celíacos; que no le hagan mal a nadie, aunque tampoco
esté claro qué gusto tienen, a quiénes benefician y a quiénes enfrentan con ese
programa; es una drástica reversión de todo el modus operandi de las izquierdas
durante los siglos XIX y XX. García Linera, sin dudas, no cree más en esa
“manera miedosa, timorata y ambigua en la resolución de los principales
problemas de la sociedad; las derechas extremas más van a crecer y el
progresismo quedará aislado en la impotencia de la decepción”. El caso de Milei
es un brutal ejemplo de respuesta agresiva, políticamente incorrecta y de
propuestas radicales, en sentido diferente de las viejas radicalidades de las
izquierdas del XIX y XX, que se barren pudorosamente bajo las alfombras de
hoteles lujosos. Vayamos al segundo grueso punto en la reflexión de García
Linera.
Dos. Otra democracia que la liberal; foco en
trabajo no formal
Mediante
ese criticado retroceso en chancletas, el ‘progresismo’ ‘retrocedía’ hacia la
adoración de la democracia liberal, burguesa, la que había destronado al
feudalismo y al esclavismo: la democracia republicana liberal, el voto como
modo principal de participación, los derechos humanos hiperliberales y
anticolectivistas son los nuevos dioses en el discurso progre. Pena que esos
ahora considerados nuevos dioses, a los que se les rinde culto y para los que
se organizan rituales, son prácticamente los mismos contra los cuales las izquierdas
fueron reaccionando, pero a los que nunca adoraron en esa variada oposición
hace dos siglos. ¿Están las izquierdas reverenciando, en el siglo XXI, los
dioses que enseñó a combatir y combatió desde el siglo XIX? ¿Es eso
‘progresismo’, ‘izquierda’? Descartemos las socialdemocracias, desde Kautsky o
Bernstein, que siempre plantearon la fusión. ¿Pero, dónde quedan anarquismos,
comunismos, socialismos, foquismos, revoluciones nacionales, en su inmensa
variedad? ¿Solo dan vergüenza y deben ser escondidos, disimulados? O al
contrario, ¿se les debe buscar actualizaciones sin arriesgar ‘alienaciones
burguesas’ ni ‘conciencias falsas’ disfrazadas de astucia electoral? García
Linera parece anotarse decididamente en esta última dirección; García Linera no
adora santuarios ni tótems democrático-liberales trabajosamente adoptados. “Las
extremas derechas pueden coexistir con este tipo de democratización meramente
elitista que alimenta la democracia liberal”, electoral, que dice que no
debería ser un mero recambio de élites, mecanismo básico con el que las
derechas se mueven cómodamente porque “tienden inevitablemente hacia formas
autoritarias”. “Pero lo que la democracia liberal tolera de mala gana, y las
extremas derechas rechazan abiertamente, son otras formas de democratización
que tienen que ver con las presencias de democracias de abajo (sindicatos,
comunidades agrarias, asambleas barriales, acciones colectivas); podríamos
agregar formas de democracia directa. En ese sentido, esos rechazos de las
extremas derechas a las formas no electorales de decisión y representación “son
antidemocráticos”. “Solamente aceptan que se los elija a ellos para mandar,
pero rechazan otras formas de participación y democratización de la riqueza, lo
que les parece un insulto, un agravio o un insulto que debe ser combatido con
las fuerzas del orden y de la disciplina coercitivas”. Además de postular estos
procedimientos democráticos alternativos a los de la democracia liberal -así
como Gramsci en su momento propuso los ‘Consejos de fábrica’ como una
superación de los Soviets que anclara la formación de un hombre nuevo (más que
los sindicatos)-, García Linera también cuestiona el centro de gravedad del
trabajo izquierdista progre basado “en la clase trabajadora asalariada formal”;
hoy, “la clase trabajadora no formal abarca al 60 % de la población”. “Y no se
trata de una presencia transitoria que va a desaparecer luego en la
formalidad”. “No, señores, el porvenir social va a ser con informalidad, con
ese pequeño asalariado informal, atravesados por relaciones familiares y de
vínculos muy curiosos de lealtad local o regional, subsumido en instancias
donde las relaciones capital-trabajo no son tan diáfanas como en una empresa
formal. Ese mundo va a existir por los siguientes 50 años e involucra a la
mayoría de la población latinoamericana”. Y desde Robert Castel, Rosanvallon y
tantos otros, sabemos que será el mundo laboral dominante. Entonces, democracia
sí, pero otra diferente de la burguesa formal liberal acostumbrada;
trabajadores en foco sí, pero más los no formales quizá que los formales.
Aggiornémonos, por favor; el mundo no es como era; hay que vivirlo en su
actualidad, y no en su persistente pasado ideal.
Tres. El facilismo del calificativo ‘fascista’,
y la autocrítica faltante.
Cuando se habla de derechas radicales, ultra,
que pueden recurrir a mecanismos autoritarios y represivos, se usa, muy
imprecisamente, para clasificarlos, el mote de ‘fascistas’; más un insulto que
un adecuado descriptor de las características de las acciones políticas que
emprenden. Ya ha quedado muy perdida en el tiempo la memoria de fascismos
reales, derivados por proximidad del auténtico fascismo italiano de Benito
Mussolini; “para las nuevas generaciones hablar de fascismo no nos dice gran
cosa”, dice García Linera. “Quizás la mejor forma de calificar a estas extremas
derechas, más allá de la etiqueta, sea entendiendo a qué tipo de demanda
responden, que son, por supuesto, demandas demasiado distintas a las de los
años 30 y 40”. “Por ejemplo, ¿está bien decir que Milei es fascista? Tal vez,
pero primero hay que preguntarse por qué ganó, con el voto de quién,
respondiendo a qué tipo de angustias. Y además preguntarse qué hiciste tú para
que no sucediera. Hoy es más útil preguntarnos eso que colocarle una etiqueta fácil
que te resuelva el problema del rechazo moral pero que no ayuda a comprender la
realidad ni a transformarla”. ¡Bravo, García Linera! A no creerse que un
ingenioso meme despectivo lleno de likes sirve para algo más que para esconder
la impotencia comprensiva profunda y la inocuidad práctica; o que llamar a
alguien de fascista o neoliberal resuelve el problema que planteó ganando una
elección; los calificativos y el humor político fingen poder donde hay
impotencia, y militancia efectiva donde solo hay barata alegría endógena. Y
sigue García Linera: “Hay que detectar los problemas con los que las extremas
derechas interpelan a la sociedad porque su crecimiento también es un síntoma
del fracaso de las izquierdas y el progresismo”; “creo que la izquierda tiene
que aprender de sus fracasos y debe tener una pedagogía sobre sí misma para
encontrar luego los calificativos para denunciar o etiquetar algún fenómeno
político, como es en este caso el de la extrema derecha”. Salvedad final. Está
claro que muchos de estos certeros dichos de García Linera pueden ser leídos
como críticas directamente impactantes sobre las trayectorias recientes y
tendencias actuales de nuestra izquierda uruguaya progre. Pero en algún sentido
el Uruguay es bastante diferente, en su historia política y en su estructura
sociocultural, a casi todos los países de América Latina, que sin duda se
parecen más entre sí que con nosotros. Y algunas de esas críticas y propuestas
podrían ser discutidas, en su relevancia o en su irrelevancia, desde la izquierda
progre uruguaya de hoy, muy específica como para poder abarcarse desde
categorías genéricas, o meramente latinoamericanas. Pero eso no impide que la
fuerza de su reflexión sea indudablemente útil, aun para nosotros, hoy, y a
futuro. Que sea recibida como tal, y no como excusa para la resurrección de
todas las inercias, costumbres, rituales y jaculatorias que nos abroquelan
contra todo lo que no sea ‘nuestra tradición y nuestra realidad’, como única,
virginal e irreductible a cualquier categorización ajena.
García
Linera y las izquierdas futuras
Extraído de
Caras y Caretas número 1152 del 12 DE ENERO DE 2024. Titulo original “García
Lineras y las Izquierdas Futuras”, autor Rafael Bayce
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