Saludo de Navidad

 

Seguramente, para muchos, el punto de partida fué la perdida de un ser querido, la primera perdida. Después, después vino este conocimiento de un mundo que no soñábamos, el descubrir el sufrimiento de otros que se hizo nuestro y lo que operara ante nuestra propia impotencia y el penar, ante una soledad que muchas veces parecía acompañada. Sin duda, fueron aquellos años los peores, los años en que abandonando la inocencia, no habíamos ingresado todavía, no habíamos arribado a la madurez. Fueron los años duros, los años en que no queríamos renunciar al mundo de fantasías que habíamos idealizado en nuestra infancia, los años en que no asumíamos la realidad del mundo en el que estábamos insertos, los años en que todavía no sabíamos ver claro y por lo mismo no habíamos visto que la felicidad no se logra llorando sobre el pasado, si no luchando por el presente para elaborar un mejor futuro. Después, después si vino, por fin, esta madurez adulta, la madurez que se apoya en los más sublimes sentimientos y que crece y que se levanta en la honradez de la razón. Después supimos y aún sabemos de nuestra responsabilidad y nuestro deber, de esa responsabilidad y ese deber que tenemos para con nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, de esa responsabilidad y de ese deber irrenunciable que tenemos para con todos los hijos del mundo. Después supimos, aún sabemos que en ese camino es mentira la soledad, que son millones y millones que transitan por el mismo, que no hay meta inalcanzable, que lo mejor del mundo es el hombre, que el bien triunfa siempre sobre el mal , aunque la vida no nos alcance para verlo. Después supimos, hoy lo sabemos, que todo esto es así y ya no reímos ni gozamos como cuando en nuestra infancia idealizábamos un mundo, pero tampoco desesperamos, como cuando descubrimos algo que nos pareció adverso.  Hoy aceptamos la realidad que nos rodea, la aceptamos aunque sea injusta, la aceptamos aunque sea violenta, la aceptamos aunque nos duela y si así lo hacemos es porque al aceptarla estamos también  aceptando el compromiso ineludible de cambiarla, de mejorarla y de hacerla cada vez más justa. No importa cuanto tengamos que sufrir y luchar por esta causa, eso no importa, nuestra felicidad de hoy, la felicidad que se debe alcanzar en esta madurez adulta, es la felicidad del hombre que se brinda y se entrega a sus hermanos y con sus hermanos elaborar el futuro que todos ansiamos para nuestros hijos. Por eso el de hoy amigos, no es ni puede ser un día de dolor, aunque muchas cosas puedan dolernos. No es, ni puede ser un día de soledad aunque aveces nos parezca que estamos solos. No es y no puede ser, un día de brazos caídos, aunque nos sintamos cansados.  Que las yagas abiertas por nuestros sufrimientos, se conviertan en callos que hagan más fuertes nuestras manos, porque con ellas habremos de construir un mejor futuro.  Esta noche no es, claro está, una noche como aquella de nuestra infancia, pero es si también una noche de amor.  Y recordemos a nuestros padres y recordemos a nuestros hermanos y a Juan y a Pedro y a Carlos y a los hermanos de Carlos y a nuestros hermanos todos, a los que se fueron y a los que vendrán, por ellos y aunque sea solo en la imaginación, levantemos nuestra copa y brindemos por un mañana mejor.  No importa amigos, saber si Cristo fué o no fué Dios, eso no importa, pero en esta fecha se conmemora un aniversario más del nacimiento de ese hombre, que hombre o Dios, dijo hace casi dos mil años: “bienaventurados los pobres en espíritu, bienaventurados los que lloran, bienaventurados los mansos, bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, bienaventurados los misericordiosos, bienaventurados los limpios de corazón, bienaventurados los pacificadores, bienaventurados los que padecen persecución por causa de la injusticia”. Hasta mañana.

(José Germán Araujo 24 de diciembre de 1980)

 https://www.youtube.com/watch?v=2kQhgWc1Bco&t=257s

    

 

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