ENTREVISTA A PATRICIA SOSA, PRESIDENTA DE LA UNION DE SINDICATOS POLICIALES



 "Toda mi familia y mis amigos viven acá", dice. Tiene cuatro hijos (18, 13, 7 y 5 años), está divorciada y dirige los destinos de los sindicatos policiales. Es la primera presidenta de Usip (Unión de Sindicatos Policiales), y estará en funciones hasta noviembre de este año, aunque si tiene apoyo pretende seguir adelante. Ingresó a la Policía en el 2002, como enfermera del Hospital Policial, pasó por la Seccional 3a y fue educadora en el CNR.
-¿Cuándo y por qué ingresó en la Policía?
-Cuando ingresé, en el año 2002, quería entrar al Hospital Policial, de enfermera. Pero me dijeron que tenía que hacer la Escuela Departametal. Ahí cursé los seis meses, a la vez que daba clases de primeros auxilios al personal subalterno, y egresé como primera de mi tanda. Además, mi padre es policía, ahora retirado, y si bien no fue una influencia directa, hoy por hoy está muy orgulloso de todo lo que hemos logrado con el sindicato.
-¿Hizo toda su carrera en el hospital?
-No. Después del Policial me pasaron a la Seccional 3a, donde hice calle, atendía denuncias, patrullaba, íbamos a hacer la guardia de los partidos de fútbol, entre otras cosas. Y recibíamos denuncias de todo tipo en la seccional. Ahora es común recibir denuncias por maltrato animal, pero en esa época no. Un día vinieron a denunciar a un feriante porque tenía unas gallinas colgadas para vender. ¡No sabíamos qué hacer con las gallinas en la comisaría! (risas).
-¿Hay algo que no le gustó de su trabajo como policía?
-A mí me indignaban mucho las cuestiones referidas a maltrato infantil y abusos. Esas cosas siempre prefería que las tomara otro porque me daban ganas de matar al denunciado. Incluso cuando había desalojos en las pensiones y las familias quedaban en la calle me afectaba.
-¿Y después dónde siguió su carrera?
-Más tarde pedí para ir al entonces CNR (Centro Nacional de Rehabilitación), donde estuve como educadora. Y pedí para ir allí porque antes de entrar a la policía trabajaba en una ONG con convenio con el INAU, como educadora de niños en situación de calle, como asistente en barrios carenciados de Las Piedras. Cuando entré al CNR, me encontré que muchos de los internos o presos habían pasado por esa misma ONG.
-¿Cómo tomó la decisión de ingresar al sindicato?
- Yo me afilié al sindicato y un día se me ocurrió ir al local para ver en qué podía apoyar o ayudar. A los integrantes del sindicato les sorprendió que alguien se ofreciera a trabajar o a hacer algo. Porque generalmente cuando un afiliado va al sindicato es porque tiene un problema. Yo desconocía por completo lo que era un sindicato y me interesaba saber qué podía hacer por mí, y viceversa. Después recibí una llamada del sindicato diciéndome que les había parecido bien mi actitud y me preguntaron si podía militar.
-¿Qué se le pasó por la cabeza cuando le hicieron esa propuesta?
-Lo pensé mucho. Hay una idea en la Policía de que si vas a militar al sindicato es porque te corrieron de algún lugar o porque no sos buen policía y ése no era mi caso. Yo tenía un legajo impecable, no tenía una razón para ir a esconderme allí. Me quedé a ver qué podía hacer, y como se dice, fui por una changa y quedé efectiva.
-¿Le costó adaptarse a su nuevo rol gremial?
-Yo no tenía idea lo que era un sindicato, no sabía qué hacer. Entonces me empecé a enganchar con temas vinculados con salud laboral. Y justo en ese tema tuve mi primera tarea sindical
-¿Cuál fue el momento más difícil que vivió en el sindicato?
-La muerte de Óseas Pintos (fallecido en un motín carcelario en el Penal de Libertad), y sus consecuencias, marcaron para mi vida sindical un antes y un después. Ese día me llaman avisándome que habían matado al compañero y cuando llego al lugar, veo formados policías de todas las edades, compañeros de 30 años de servicio llorando de indignación. Eso me dio una impotencia tremenda. Además, por las consecuencias de ese caso, estuve sumariada hasta hace tres semanas.
-¿Por qué fue sumariada?
- Porque nosotros salimos a respaldar la medida que habían tomado los guardias, autorizados por el ministerio, de prohibir la visita. Eso me costó amenazas de los familiares de los reclusos, aunque yo solo apoyé esa medida. La decisión fue del ministerio, no mía. Esas amenazas, con cuatro hijos que tengo, me hicieron pensar si seguir adelante, pero seguí porque me considero una mujer con ovarios.
-¿Si no fuera policía, a que se dedicaría?
-Yo soy multitarea. Antes de entrar a la Policía, hice obra social con gurises en situación de calle. Además trabajo como enfermera, en una mutualista, fui catequista y estudié un año de periodismo en el IPEP. Mucha gente no asimila que soy policía. Se piensan que soy la abogada del sindicato.
SINDICATOS POLICIALES:

"Toda mi familia y mis amigos viven acá", dice. Tiene cuatro hijos (18, 13, 7 y 5 años), está divorciada y dirige los destinos de los sindicatos policiales. Es la primera presidenta de Usip (Unión de Sindicatos Policiales), y estará en funciones hasta noviembre de este año, aunque si tiene apoyo pretende seguir adelante. Ingresó a la Policía en el 2002, como enfermera del Hospital Policial, pasó por la Seccional 3a y fue educadora en el CNR.
-¿Cuándo y por qué ingresó en la Policía?
-Cuando ingresé, en el año 2002, quería entrar al Hospital Policial, de enfermera. Pero me dijeron que tenía que hacer la Escuela Departametal. Ahí cursé los seis meses, a la vez que daba clases de primeros auxilios al personal subalterno, y egresé como primera de mi tanda. Además, mi padre es policía, ahora retirado, y si bien no fue una influencia directa, hoy por hoy está muy orgulloso de todo lo que hemos logrado con el sindicato.
-¿Hizo toda su carrera en el hospital?
-No. Después del Policial me pasaron a la Seccional 3a, donde hice calle, atendía denuncias, patrullaba, íbamos a hacer la guardia de los partidos de fútbol, entre otras cosas. Y recibíamos denuncias de todo tipo en la seccional. Ahora es común recibir denuncias por maltrato animal, pero en esa época no. Un día vinieron a denunciar a un feriante porque tenía unas gallinas colgadas para vender. ¡No sabíamos qué hacer con las gallinas en la comisaría! (risas).
-¿Hay algo que no le gustó de su trabajo como policía?
-A mí me indignaban mucho las cuestiones referidas a maltrato infantil y abusos. Esas cosas siempre prefería que las tomara otro porque me daban ganas de matar al denunciado. Incluso cuando había desalojos en las pensiones y las familias quedaban en la calle me afectaba.
-¿Y después dónde siguió su carrera?
-Más tarde pedí para ir al entonces CNR (Centro Nacional de Rehabilitación), donde estuve como educadora. Y pedí para ir allí porque antes de entrar a la policía trabajaba en una ONG con convenio con el INAU, como educadora de niños en situación de calle, como asistente en barrios carenciados de Las Piedras. Cuando entré al CNR, me encontré que muchos de los internos o presos habían pasado por esa misma ONG.
-¿Cómo tomó la decisión de ingresar al sindicato?
- Yo me afilié al sindicato y un día se me ocurrió ir al local para ver en qué podía apoyar o ayudar. A los integrantes del sindicato les sorprendió que alguien se ofreciera a trabajar o a hacer algo. Porque generalmente cuando un afiliado va al sindicato es porque tiene un problema. Yo desconocía por completo lo que era un sindicato y me interesaba saber qué podía hacer por mí, y viceversa. Después recibí una llamada del sindicato diciéndome que les había parecido bien mi actitud y me preguntaron si podía militar.
-¿Qué se le pasó por la cabeza cuando le hicieron esa propuesta?
-Lo pensé mucho. Hay una idea en la Policía de que si vas a militar al sindicato es porque te corrieron de algún lugar o porque no sos buen policía y ése no era mi caso. Yo tenía un legajo impecable, no tenía una razón para ir a esconderme allí. Me quedé a ver qué podía hacer, y como se dice, fui por una changa y quedé efectiva.
-¿Le costó adaptarse a su nuevo rol gremial?
-Yo no tenía idea lo que era un sindicato, no sabía qué hacer. Entonces me empecé a enganchar con temas vinculados con salud laboral. Y justo en ese tema tuve mi primera tarea sindical
-¿Cuál fue el momento más difícil que vivió en el sindicato?
-La muerte de Óseas Pintos (fallecido en un motín carcelario en el Penal de Libertad), y sus consecuencias, marcaron para mi vida sindical un antes y un después. Ese día me llaman avisándome que habían matado al compañero y cuando llego al lugar, veo formados policías de todas las edades, compañeros de 30 años de servicio llorando de indignación. Eso me dio una impotencia tremenda. Además, por las consecuencias de ese caso, estuve sumariada hasta hace tres semanas.
-¿Por qué fue sumariada?
- Porque nosotros salimos a respaldar la medida que habían tomado los guardias, autorizados por el ministerio, de prohibir la visita. Eso me costó amenazas de los familiares de los reclusos, aunque yo solo apoyé esa medida. La decisión fue del ministerio, no mía. Esas amenazas, con cuatro hijos que tengo, me hicieron pensar si seguir adelante, pero seguí porque me considero una mujer con ovarios.
-¿Si no fuera policía, a que se dedicaría?
-Yo soy multitarea. Antes de entrar a la Policía, hice obra social con gurises en situación de calle. Además trabajo como enfermera, en una mutualista, fui catequista y estudié un año de periodismo en el IPEP. Mucha gente no asimila que soy policía. Se piensan que soy la abogada del sindicato.

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