Politizar el hambre de la gente.
En los últimos doce meses, el dogmatismo económico del gobierno los llevó a priorizar el
recorte presupuestal sobre la contención social ante la pandemia.
El gobierno recortó 660 millones de
dólares.
A cambio tenemos 100.000 nuevos
pobres, personas como vos y yo, que ahora están arañando la sobrevivencia
diaria.
Eso es politizar el hambre de la
gente, porque son decisiones políticas que generan hambre.
La fábrica sin chimeneas de la
pobreza infantil nos entrega en la cara casi 70 niños y niñas por día.
Sobre ellos se aplica el peor
calvario de las privaciones.
Frio, poca comida, hacinamiento,
dolores de muela sin dentista.
Con golpes o sin golpes, la violencia
a la que son sometidos es vergonzosa.
Dejar que eso pase, es politizar el
hambre de la gente, porque son decisiones políticas que generan hambre.
No están organizados en ningún
partido político, ni forman parte de ningún lobby. No tienen amigos en las
cúspides del poder político y empresarial.
Dejarlos afuera, y más cuando son de
las periferias, parece que es llover sobre mojado.
Parece que no es tan grave.
Esa anestesia pestilente que nos
suministran a diario los grandes medios de comunicación, y que nos induce a
aceptar como normal lo que todos sabemos que no es normal, es politizar el
hambre de la gente.
La pobreza es la que los
politiza.
Porque la pobreza no es un resultado
de la naturaleza, es una consecuencia de la desigualdad social.
Explicar esto es imprescindible para
no eternizar el hambre.
El cucharon que revuelve la olla en
una mano tiene un corazón abierto y en otra un puño cerrado contra la
injusticia.
Y de eso no solo no hay que sentir
vergüenza, hay que sentir orgullo.
Porque sólo el pueblo salva al
pueblo.
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