Siempre es tiempo de siembra.


Hubo un tiempo en el Uruguay en el que la izquierda sembró y cultivó con esmero sus ideas contraponiéndolas al orden establecido con creatividad e iniciativa con lenguaje y estética rigurosos de izquierda.
Emulaba y poseía una moral que se asemejaba sólo con otra moral y principios de izquierda.
La desintegración del sistema de la URSS hizo creer en este país a muchos hombres y mujeres sinceros, de izquierda, que el mundo ahora cambiaría para bien y para siempre. Nunca más contradicciones y el viejo sistema sería benévolo y generoso con todos repartiendo panes y peces.
Nada de eso ocurrió.
No hay mayor libertad, no hay más prosperidad, no se alejó el peligro de una nueva guerra mundial. No se había acabado de recoger los cascotes del último muro cuando se comenzó a construir otros, más largos y más altos, por toda Europa, Asia y Norteamérica.
Convengamos entonces que el peligro de todos los desastres para la humanidad no es ni era el comunismo ni la construcción imperfecta del socialismo.
Todo lo contrario. El mundo se hizo más injusto, más peligroso y más inciertos los destinos de decenas de países. Millones volvieron los tiempos de la transmigración en masa. Crecieron como hongos los campos de refugiados, las matanzas étnicas y mujeres, niños y ancianos huyen del hambre, la guerra y las persecuciones políticas y religiosas que hacen estragos en poblaciones enteras.
Hay responsables y beneficiarios.
Como decía la vieja consigna, ahí están, esos son: los dueños de la industria bélica, los banqueros internacionales, el imperialismo norteamericano, las mafias del narcotráfico, los traficantes de personas y los gobiernos socios, inglés, alemán, belga, francés, israelí y de algunos países árabes.
En un abrir y cerrar de ojos millones de seres humanos pasaron a la más brutal explotación del hombre por el hombre en todos los continentes.
Destrozaron decenas de estados y saquearon culturas milenarias. El precio más alto lo pagaron con miles de vidas, por el sólo hecho de haber nacido ahí, por estar ahí. Los que pueden escapan desesperados, atraviesan países a pie o se hacen al mar en cualquier cosa que flote huyendo de los invasores, criminales de lesa humanidad.
Después de la caída del socialismo, tan festejada, se apresuraron a hablar del fin de la historia lo nuevos popes de la comunicación y de la charlatanería.
Los estados nacionales, la soberanía de los pueblos y gobiernos, pasaron a ser papel pintado y de la promesa de democracia y libertad, promovida con movimientos de todos los colores, sólo quedó el rojo de la sangre inocente y el negro del luto por los muertos.
El mundo no es mejor, ni más democrático, ni más seguro.
Se hizo más fácil montar sobre la base económica, financiera y las viejas estructuras del nazi fascismo europeo, el nuevo fascismo, y, como no podía ser de otra manera, siempre encabezado desde los resabios de la vieja Alemania.
Sólo un ejemplo.
Los que pertenecemos al continente más dependiente del planeta y más injusto que toda el África, jamás podíamos pensar que la culta y docta Grecia sería sometida a la peores humillaciones por el nuevo fascismo financiero y los gobiernos de la comunidad europea con el FMI.
Ahí está, y no creo que la salve de la troika ni Prometeo.
Sin embargo y a contrapelo, casi en el mismo período, en este continente por ser poseedor de múltiples experiencias de movimientos democráticos y revolucionarios, logran las masas alzarse con gobiernos populares. Con ingenio y razón, se pudo construir algunos mecanismos para levantar banderas de liberación y a la vez mantener la paz.
Paz. Salvo en Colombia y sus alrededores hipotecada y en permanente riesgo por gobierno pro-yanquis, altamente militarizados, con bases de agresión de los norteamericanos, enredados y socios con en la rosca del cultivo y comercio de la cocaína protegidos por el paramilitarismo.
Ahí seguro nunca habrá paz y siempre será un foco de provocación, de guerra y de estabilización de gobiernos en el continente si no se termina con el negocio fabuloso de la cocaína y la eliminación de la corrupción del estado.
Una vista oportuna y un encuentro nada casual.
La visita del Papa a Cuba y su encuentro con el pueblo y la revolución de Fidel en estos días, es en sí misma una señal más que auspiciosa, que hace la diferencia con respecto a otros continentes y al futuro de éste si se sabe actuar con inteligencia, serenidad y firmeza revolucionarias en favor de los procesos de cambio imprescindibles y necesarios, en marcha.
Por otra parte nada nuevo para los que venimos construyendo desde hace más de cuarenta años cómo entrelazar estas corrientes del pensamiento revolucionario y libertario con organización política, programática, que se adecua perfectamente en América Latina, donde varios gobiernos y pueblos comenzaron y siguen empeñados en más democracia, más libertad, mayor justicia social, más equidad, mas soberanía, más participación popular.
Valorar correctamente la importancia y la trascendencia de lo que significó la gesta cubana y su ejemplar resistencia contra los EEUU, es de vital importancia en este momento, hacia el futuro.
De la misma forma no pretender ignorar lo que significan los sacudones que produjeron y producen los Bolivarianos de Chávez con su revolución, con su país justo en el centro del continente con todas sus consecuencias internas y externas.
Yo sé que por acá los prejuicios y el desprecio contra los procesos que encabezan Evo Morales, Nicolás Maduro, Rafael Correa, e incluso lo fue con Lula y otros, es tan grande y proporcional a la imbecilidad de los que se creen que somos políticamente y culturalmente infinitamente superiores.
Basta escuchar las tertulias matinales en las radios y en particular poner atención a aquellos que tuvieron en algún momento de sus vidas algún tránsito por la izquierda, hoy alejados y fiscales de todo lo que huela fuera de lo políticamente correcto.
Con todo respeto, creo que el muro de Berlín se les cayó no de la cabeza, sino encima de la cabeza.
Y bueno, les fue fatal.
Al fin de cuentas, los que no estamos como al principio ni venimos de vuelta de nada, seguiremos como buenos incorregibles luchando por la libertad, el respeto por todas las naciones, ah, y por el fin del sistema de explotación del hombre por el hombre.

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