Cobardes en letras rojas. Respetar la opinión del otro también es una tradición uruguaya.

 

Resulta muy difícil explicar a la urbe-sobre todo del sur del país- el gusto por  las actividades ecuestres que comparto ampliamente (léase jineteas-ignorantemente llamadas domas-, carreras, raid, pruebas de rienda etc). No se explica y no se puede entender la particular sensación que provoca el ver una buena jineteada o una vuelta de honor. No tiene valor tampoco el coraje- que no tengo- para montar y “pararle” a la fuerza bruta de quinientos kilos. En un ejercicio que mas que de fuerza humana es de arte, son verdaderos movimientos de un artista, acompañadas de una gran intuición y conocimiento del otro los que despliega el jinete en menos de un minuto. Eso no se la volara, no se ve y quizás la dimensión  cabal de ese despliegue cuasi-artístico, quizás sea lo que enamore de la jineteada. Me gustan y me seguirán gustando las jineteadas y no tengo una explicación racional para ello.

Ahora bien, todo esto no me puede llevar a justificar los espantosos atentados contra la integridad física y moral de diez o veinte personas que el domingo pasado quisieron hacer conocer su punto de vista adverso a la actividad de las jineteadas. Se desataron contra ellos reiterados actos de violencia propios de una sociedad enferma (y no le echen culpas a Montevideo de que es una ciudad violenta, de que la gente esta enferma, de que te roban todos los días y otros argumentos repetidos propios de eunucos mentales); pues probablemente muchos de los que tomaron a golpes de puño, palos, rebenque (y todo lo que sirviera para pegar) a los jóvenes militante por las causa de los animales, no sean de Montevideo.

Seguramente sean del interior- vergonzosamente del interior- o lo que es peor transplantados a Montevideo cargando quizás con algún proyecto personal frustrado . Quien defiende el derecho de los animales defiende sin dudas una idea tan valedera como la de la tradición, tradición que reconozcamos tiene una dosis de brutalidad intrínseca.

Quienes defienden ideas distintas a las nuestras tienen todo el derecho a expresarlas donde sea, donde quieran; en definitiva vivimos en una democracia que mucho costo recuperar. Quizás los eunucos mentales olvidan que dentro de las tradiciones uruguayas también se encuentra la de respetar la opinión del otro y el de vivir en democracia.

Nada justifica pegarle salvajemente a nadie por tener una idea distinta. Ser gaucho- si es que todavía existen- no es pegarlo un “rebencazo” a nadie de traición y en multitud, eso es ser cobarde; ser “gaucho” no es ir una semana entera el prado mientras otro me cuida las propiedades; ser “gaucho” no es gritar mas fuerte e imponerse  por la fuerza; siquiera ser gaucho es pararle a un potro. Ser gaucho es una actitud de vida, de apego a las cosas que se quieren, del respeto al otro, de la labor incansable por el progreso de la sociedad, de la ayuda desinteresada, de la solidaridad sin límites. La patria no se hace a caballo, la patria se hace pensando, estudiando, ayudando y queriendo al prójimo. Pero sobre todo se hace trabajando-cosa que le hace falta a muchos de acá y de allá-, pero trabajando de verdad, no yendo a campaña los fines de semana en al auto e impartiendo ordenes a los empleados.

 Lo que paso el domingo en el prado es una verdadera vergüenza, para los verdaderos gauchos y para le gente del interior. Los uruguayos que atacaron brutalmente a otros uruguayos simplemente por pensar distinto y manifestarlo no son gauchos. Con todo respeto se los digo, son unos cobardes, y dan vergüenza; como persona del interior que son me provocan una tremenda vergüenza. Además son tan violentos y anti sociales como los que provocan disturbios en el estadio.

 

 

 

 

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