“Partimos
del supuesto del trabajo plasmado ya bajo una forma en la que pertenece exclusivamente
al hombre. Una araña ejecuta operaciones que semejan a las manipulaciones del
tejedor, y la construcción de los panales de las abejas podría avergonzar por
su perfección a más, de un maestro de obras. Pero, hay algo en que el peor
maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que,
antes de ejecutar la construcción, la proyecta en su cerebro. Al final del
proceso de trabajo,
brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente
del obrero; es decir, un resultado que tenía ya existencia ideal. El obrero no se limita a hacer cambiar de forma la materia que le brinda la naturaleza, sino que, al mismo tiempo, realiza en ella su fin, fin que él sabe que rige como una ley las modalidades de su actuación y al que tiene necesariamente que supeditar su voluntad. Y esta supeditación no constituye un acto aislado. Mientras permanezca trabajando, además de esforzar los órganos que trabajan, el obrero ha de aportar esa voluntad consciente del fin a que llamamos atención, atención que deberá ser tanto más reconcentrada cuanto menos atractivo sea el trabajo, por su carácter o por su ejecución, para quien lo realiza, es decir, cuanto menos disfrute de él el obrero como de un juego de sus fuerzas físicas y espirituales” El Cap. FCE. 1964. Tomo I. Págs. 130 – 131.
brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente
del obrero; es decir, un resultado que tenía ya existencia ideal. El obrero no se limita a hacer cambiar de forma la materia que le brinda la naturaleza, sino que, al mismo tiempo, realiza en ella su fin, fin que él sabe que rige como una ley las modalidades de su actuación y al que tiene necesariamente que supeditar su voluntad. Y esta supeditación no constituye un acto aislado. Mientras permanezca trabajando, además de esforzar los órganos que trabajan, el obrero ha de aportar esa voluntad consciente del fin a que llamamos atención, atención que deberá ser tanto más reconcentrada cuanto menos atractivo sea el trabajo, por su carácter o por su ejecución, para quien lo realiza, es decir, cuanto menos disfrute de él el obrero como de un juego de sus fuerzas físicas y espirituales” El Cap. FCE. 1964. Tomo I. Págs. 130 – 131.
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