OFICIO DE HUMANISTA
(por facundo ponce de leon)
El discurso de José Mujica en la
Cumbre Rio+20 toca el meollo del mundo actual. Pronunciado hace ya casi tres
meses, es la disertación de un hombre que piensa, que reflexiona, que busca las
claves de la existencia. Alguien pueda discrepar con su diagnóstico de la
situación actual, pero nadie puede negar que hay una toma de posición. Soy de
los que cree que, en la actualidad, tomar postura es un valor en sí mismo.
Ante tanta gente que, en aras de lo
políticamente correcto, dice que hay que evitar el maniqueísmo, que en la vida
no hay blanco ni negro sino grises; que todo es relativo; que siempre depende
del cristal con que se mire; que quién es uno para opinar sobre los otros; que
las cosas son más complejas de lo que uno puede decir… y así suma y sigue; ante
tanta frase que evita las agallas de hacerse cargo de una opinión decía,
celebro los que la toman.
La postura de Mujica en su discurso es
concreta: el modelo de desarrollo lleva a la ruina; el problema no es económico
sino político; los patrones de consumo deben cambiar; el sentido del trabajo
debe cambiar; la relación del hombre con la naturaleza debe cambiar; el valor
supremo es la vida y la felicidad.
¿Cómo se lleva este discurso a los
hechos? ¿Cómo se pasa de las ideas a su materialización? Todo el arte de la
política es el correcto balance entre uno y otro: es malo el político que sólo
tiene ideas que no sabe implementar; es malo el político que sólo piensa en
administrar y gestionar sin tener ideas reguladoras que trasciendan los hechos
concretos y rutinarios. A esta relación entre ideas y hechos, se agrega el
intento de ser coherente entre las diferentes ideas que uno tiene.
Mujica perdió en estos días una
preciosa oportunidad de materializar algo de su discurso en Río. Ante los
cambios en la cúpula de la enseñanza pública, Mujica bogó por el
fortalecimiento de la formación técnica, por la revalorización de la UTU y los
oficios que preparen a los uruguayos para el mercado. Según declaró, estas es
su idea directriz: potenciar en el interior del país la mano de obra a través
de las formación técnica. Sale Seoane, con formación en Humanidades, y entra
Wilson Netto, actual director general del Consejo de Educación Técnica
Profesional (CETP).
Como muestra el artículo de Nicolás
Duffau publicado ayer en La Diaria, las declaraciones de Mujica son un atentado
contras las Humanidades.
Además, contradicen su alocución en la
Cumbre De Río.
Una lástima que Mujica siga así
perpetuando la premisa implícita de que las Humanidades están en un altillo
divagando sobre el Ser y la vida, mientras la formación técnica es la que hace
andar al mundo. Es un modo de pensar que lleva a la situación que él mismo
critica en su discurso de junio pasado.
La disyuntiva no es entre formar
técnicos o formar humanistas, sino entre formación y adiestramiento. Si Mujica
no ve esto, no entiende lo que él mismo dijo. Lo que se necesita es gente
formada, y la formación no es la adquisición de una técnica, sino la
adquisición de una disposición espiritual. Aquí las Humanidades tienen algo que
decir.
El carpintero con formación no es
alguien que adquirió la técnica para trabajar la madera, sino alguien que supo
incorporar ese saber en la cadencia de la vida. En otras palabras, que tiene
conciencia de la trama del tiempo y de su lugar en ella; que sabe ir más allá
de lo que sabe y mirarse en contexto con los otros. La formación es política,
cívica; el adiestramiento es mercantil. La victoria de la razón calculadora que
impera en el mundo de hoy, donde todo puede mercantilizarse, medirse y
venderse, es la derrota de la formación como modo privilegiado de hacer frente
a la indeterminación del ser humano y su búsqueda de la felicidad. Eso no se
arregla diciendo que la UTU es más (o menos) valiosa que otras carreras, sino
sabiendo que, tanto en los oficios como en las profesiones, tanto los
científicos como los políticos, lo que necesita el mundo de hoy es gente que
sepa trascenderse, mirar más allá; que tenga formación y no mero adiestramiento
en técnicas dictadas por el mercado. Si no se generan planes de acción para
materializar esto, la idea pierde una de sus propiedades esenciales: que puede
transformarse en un hecho. Así se cambia la historia.
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