Algunos desafíos para los gobiernos de izquierda

Alberto Couriel
Alberto Couriel
Los gobiernos del Frente Amplio han tenido resultados más que satisfactorios desde lo económico y lo social. Se han logrado elevados ritmos de crecimiento económico, con ayuda de la demanda de China, que ha generado un fuerte aumento de los precios internacionales de nuestros productos de exportación. Ello ha permitido mejoras sustantivas en el empleo, con fuertes caídas en el desempleo abierto y en la informalidad. La política salarial y la del gasto público han influido en la baja de la pobreza, de la indigencia e inclusive en las mejoras en la distribución del ingreso. Hay crisis en el mundo desarrollado, pero, como no hay crisis en China, América del Sur y Uruguay mantienen un fuerte crecimiento económico. En un momento de bonanza es más fácil abordar y reflexionar sobre temas relevantes para el futuro, tener una mirada de mediano y largo plazo, como la estrategia de desarrollo, la distribución del ingreso, las relaciones de poder, las alianzas sociales imprescindibles y así sucesivamente.
La estrategia de desarrollo ayudaría a tener un marco de orientación económica y social, a fijar prioridades y a marcar el rumbo del futuro. Esto significa avanzar en la conformación de la futura estructura productiva para garantizar el crecimiento económico con justicia social. En la industria manufacturera hay avances en fijar prioridades sectoriales, pero por ejemplo, en el sector agropecuario ¿queremos mantener un millón de hectáreas para la forestación o queremos alcanzar los cuatro millones de hectáreas? ¿Quién lo decide?, ¿las grandes empresas transnacionales a través del libre juego del mercado? Para nosotros es una decisión del país, de la propia estrategia de desarrollo a elaborar por el Estado con la participación de los principales actores sociales. Las definiciones sobre estructura productiva deben ser abiertas y flexibles, atendiendo a la velocidad de los cambios tecnológicos y a la volatilidad de los precios internacionales. La nueva estructura productiva debe contemplar una inserción económica internacional de bienes y servicios con mayor valor agregado y contenido tecnológico. La nueva estructura productiva debe resolver los problemas del empleo, mitigando la heterogeneidad productiva, con una mayor integración productiva que permita una mayor homogeneidad atenuando las diferencias entre sectores y rubros de alto nivel de productividad de aquellos con bajo nivel de productividad. Ello significa también el apoyo a los sectores innovadores que permitan la introducción de progreso técnico y avances en los niveles de productividad. Los avances en el empleo productivo mejorarían la distribución del ingreso en la medida que se atenuarían las diferencias salariales derivadas de la propia heterogeneidad. Pero además es imprescindible una estrategia global en el campo social que abarca la alimentación, la educación, la salud, la vivienda y el ordenamiento territorial para alcanzar mejoras sustantivas en la formación de los recursos humanos. Significa, también, enfrentar los feudos sectoriales. Notoriamente, en la actualidad, la educación y la salud presentan serios problemas con la formación de sus recursos humanos y se expresan en los magros resultados en ambos sectores.
La distribución del ingreso ha mejorado gracias a los avances en el empleo productivo, por la elevación de los salarios reales y por los aumentos del gasto social. La reforma tributaria también influye positivamente sobre la distribución del ingreso. Pero estamos lejos de las distribuciones del ingreso de los países desarrollados. Mantenemos un modelo que facilita un alto consumo de automóviles cero kilómetro y otros bienes suntuarios importados, facilitado por la propia distribución, la baja tributación, y por el atraso cambiario que abarata dichos bienes. Pero además la tributación no aprovecha los aumentos de los precios internacionales de los granos, ya que éstos no se corresponden con aumentos de la recaudación impositiva. Por otro lado, a partir de cierto nivel de ingreso no se justifica que las rentas del trabajo paguen más que las rentas del capital. Se dan exenciones fiscales desmesuradas para promover las inversiones, como por ejemplo seguir manteniendo un régimen de zonas francas para la industria de la celulosa. Estas inversiones llegaron por la alta productividad de nuestras tierras que le aseguran importantes niveles de rentabilidad y no por las exenciones impositivas. El coeficiente de Gini de Uruguay es más alto que el peor Gini del mundo desarrollado. Esto seguramente es fruto de nuestra matriz productiva y de la concentración de la propiedad. Aquí surge la interrogante sobre el papel de la inversión extranjera directa y de las grandes empresas transnacionales. En la realidad el mundo compite por recibir inversión extranjera directa. Pero no todas pueden ser positivas. Se discute la minería a cielo abierto, la ubicación estratégica de la inversión extranjera directa y su influencia sobre las relaciones de poder, si aportan impositivamente en forma adecuada, si son o no funcionales a una estrategia de desarrollo a conformar.
Las relaciones de poder son un gran tema pendiente para la izquierda. Hay que asegurar una mayor competencia entre los grandes medios de comunicación que ostentan un enorme poder. La negociación colectiva ha dado un mayor poder de negociación a los trabajadores organizados frente a los sectores empresariales. Pero esto también nos lleva a analizar cuál debería ser la base social de sustentación de un gobierno de izquierda, cuáles debieran ser las alianzas sociales para alcanzar sus objetivos de igualdad étnica, de género y entre los distintos sectores sociales. Esto nos llevaría también a la necesidad de evaluar la participación de trabajadores y usuarios en las instituciones públicas, la ponderación de la participación de los comités de base en la organización interna del FA, la necesidad de incorporar en la orgánica del FA a las redes sociales, a organizaciones que representan a las mujeres y a los jóvenes.
En esencia se requiere una serie de estudios que permitan y faciliten un debate sobre estos distintos desafíos tan relevantes para el futuro de la izquierda. Ayudaría también a que la política económica no quede concentrada exclusivamente en la atención de la inflación, el déficit fiscal y los pagos de los servicios de la deuda.

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