A veces el Estado sirve y salva vidas, reflexiones laterales sobre el resultado del juicio de  Uruguay con las Tabacaleras.
La creciente desconfianza en la política en parte obra de los propios políticos. Es todo el mundo han hecho lo posible por ganarse el descrédito, desde Silvio Berlusconi hasta los ejemplos domésticos de todas nuestras horas. Sin embargo este descrédito también ha sido estimulado de modo importante por el libre mercado. Quienes pugnan por el libre mercado y por el fracaso de la política como practica social han convencido al mundo he incluso a algunos políticos profesionales  de que no se puede confiar en la política como herramienta de desarrollo social y mucho menos como herramienta para cuidar el interés publico. Nos han convencido de que cuanto menos haga el gobierno mejor futuro tendremos. El espacio para el gobierno y la política debe de ser los mas reducidos posible-según los cultores del libre mercado- dejando para estos pequeños reductos férreamente controlados por estricta normativa. Para los cultores del libre mercado la política y los políticos son un mal necesario.
Esta desconfianza en la política ha sido y es funcional al libre mercado que propone- valla casualidad-minimizar la influencia de la política sobre la economía.
Sin embargo esta visión se basa en teorías muy discutibles, que no se encuentra respaldada por evidencia empírica pues casi todas las experiencias históricas de gran éxito económico las han facilitado o desarrollado los Estados; han sido capaces por la existencia de un Estado activo. Resulta innegable que la política y el Estado siguen siendo la “tecnología organizativa” más poderosa que ha inventado la humanidad por lo que es muy difícil alcanzar grandes cambios organizativos sin su ayuda.

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