RESISTENCIA Y DEFENSA DE LA DEMOCRACIA


Este 27 de junio se cumple un nuevo aniversario, el 42, del golpe de Estado y la instauración de la dictadura fascista en nuestro país, inaugurando los peores años de la historia nacional.
Como cada 27 de junio se impone recordar, porque recordar, construir memoria, es resistir. Reafirmar conceptos históricos, disputar el pasado al relato de las clases dominantes, hacerlo desde la memoria y la pertenencia del campo popular, es un requisito no suficiente, pero si necesario, para avanzar en el presente y construir el futuro.
El 27 de junio de 1973, hace 42 años, sucedieron dos hechos simultáneos de contenidos opuestos: el golpe de Estado, que inició la dictadura fascista, y su respuesta, la Huelga General, que dio inicio a la resistencia popular. No se puede entender el Uruguay de entonces, ni el de hoy, ni las perspectivas fundamentales del que vendrá, sin tomar en cuenta ambos hechos y sus protagonistas.
El golpe y la dictadura fascista. El 27 de junio de 1973, Juan María Bordaberry, presidente de la República, latifundista ganadero, vinculado a la Asociación Rural, electo por el Partido Colorado, firmó el decreto N° 464/973 y disolvió las Cámaras de Senadores y Diputados, creó un Consejo de Estado, suspendió las garantías individuales, y otorgó a la Policía y las Fuerzas Armadas potestades para garantizar los servicios públicos básicos.
Una primera afirmación, que aunque parezca obvia es, por las interpretaciones históricas que se hacen, polémica: el golpe lo dieron la derecha y las clases dominantes, apoyándose en los sectores fascistas de las Fuerzas Armadas. La izquierda, los sectores democráticos de los partidos tradicionales y el movimiento popular resistieron el golpe.
El golpe de Estado culmina un proceso con un punto de inflexión en la firma de la primera carta de intención con el FMI, por el ministro Azzini, del gobierno del Partido Nacional. Que continúa con la acción represiva del Estado, militarizando sindicatos, asesinando estudiantes y trabajadores, prohijando grupos para policiales de provocación como la JUP y los escuadrones de la muerte. Se dan los asesinatos de Líber Arce, Hugo de los Santos, Susana Pintos, Heber Nieto, entre otros. También el asesinato de los ocho obreros comunistas en el Seccional 20 del Paso Molino. Los gobiernos de Jorge Pacheco Areco y Bordaberry llevan adelante un vaciamiento de las instituciones democráticas: se ataca la independencia del Poder Judicial otorgando a los Tribunales Militares competencia en asuntos civiles, se entrega parte de las potestades del Poder Ejecutivo a los militares con la creación del Consejo de Seguridad Nacional y finalmente se consuma el asalto al Poder Legislativo.
Las clases dominantes enfrentaban dos desafíos en la década del 70. El primero de carácter estructural: Uruguay llega a 1973 tras casi dos décadas de estancamiento económico. Se necesitaba un ajuste para garantizar condiciones para la reproducción del capital y el crecimiento de la tasa de ganancia de los capitalistas. El segundo de carácter político: el movimiento popular venía en un creciente proceso de consolidación y acumulación de fuerzas, se había unificado en el movimiento sindical, se había creado el Frente Amplio.
Esto unido además a una estrategia continental de dominación de EEUU que llenó el continente de dictaduras e impuso un modelo económico a sangre y fuego.
El golpe de Estado y la dictadura son parte central de la estrategia de un sector de las clases dominantes, la rosca oligárquica financiera, para resolver a su favor estos dos desafíos. En un doble sentido, cortar el proceso de acumulación de fuerzas populares, y por lo tanto la perspectiva de liberación nacional, y a la vez, generar las condiciones para aplicar el brutal ajuste que necesitaban para asegurar sus ganancias.

En Uruguay el golpe de Estado tuvo una respuesta popular inédita: una Huelga General. En cumplimiento de la resolución adoptada por el movimiento sindical aún antes de su unificación, la CNT convocó en la misma madrugada del 27 de junio a la ocupación de los lugares de trabajo. Era huelga, pero no pasiva, activa, con ocupación y preparados para defender la democracia, la libertad y la perspectiva popular con lucha.
Décadas de acumulación, de luchas, de aprendizaje, de construcción de unidad, se pusieron en tensión en esos días. Decenas de miles de trabajadoras y trabajadores ocuparon sus centros de trabajo, fueron desalojados varias veces y volvieron a ocupar. Lo mismo ocurrió con los estudiantes en las facultades. La CNT y la FEUU a la cabeza de la lucha popular.
La Huelga General es un hecho central en la historia nacional, junto con el Éxodo artiguista y el Plebiscito de 1980, constituyen la columna vertebral de la historia como hay que verla, construida por el pueblo, sujeto colectivo y organizado.
Se escribieron páginas heroicas en esos 15 días, la represión fue salvaje, miles de detenidos, de despedidos, de apaleados, dos estudiantes asesinados: Ramón Peré y Walter Medina. Miles de actos heroicos, individuales y colectivos. Una movilización, la del 9 de julio, que dejó clara la voluntad colectiva de nuestro pueblo de resistir.
No alcanzó para evitar la instalación de la dictadura, es cierto, pero fue esencial para abrir el camino de la resistencia, la defensa de las herramientas populares, la construcción de la más amplia unidad del pueblo y la posterior derrota de la dictadura y el fascismo.
42 años, recordar y avanzar. A 42 años hay que hablar del golpe de Estado, de quiénes y por qué lo dieron, hay que hablar de la resistencia del pueblo y de la represión. Recordar es resistir, pero también es entender el presente y sus desafíos, y sobre todo, reivindicar la posibilidad del futuro, como construcción popular.
Recordar el golpe de Estado, también es luchar contra la impunidad, es reclamar Verdad y Justicia y más Verdad y Justicia.

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