CON SEREGNI, veinte años después por Germán Wettstein
Durante el lapso de exilio
en la Mérida andina, tuve un muy buen amigo: el Ing. Agr. Pedro Rodríguez
Sena. Escribimos juntos varios artículos periodísticos en el diario Frontera
y compartimos alegrías ante el crecimiento y la afirmación del Frente Amplio.
En el correr de 1992 se
nos ocurrió preparar un cuestionario extenso, con vistas a aplicarlo a
dirigentes del FA; en especial a quienes nosotros considerábamos, ya entonces
tenían “cultura de gobierno”.
A finales de ese mismo año
pude realizar esa tarea, porque yo ya había regresado a Uruguay. Los
entrevistados fueron: L. Seregni, M. Arana, D. Astori, G. Carámbula, H.
Cores, A. Couriel, J. Díaz, R. Gargano, L. Lev, C. Pita, F. Rodríguez
Camusso, E. Rubio y T. Vázquez.
En el ínterin realicé
gestiones para una amplia difusión de las respuestas; tuve suerte, porque
logré que se publicaran encartadas en el diario La República las versiones
textuales, pero fraccionadas y organizadas en capítulos acordes con los
grandes temas planteados en ellas.
Fueron seis los fascículos
editados, durante otras tantas semanas de 1993; con un total de 581 páginas y
una hermosa carátula de Sergio Luis Tomasso. El propio Federico Fasano fue
quien propuso el título de la colección: “El Frente Amplio en el umbral del
gobierno nacional”.
Hasta hoy no se había
publicado la entrevista al General Seregni en forma completa. Lo hago ahora,
veinte años después en Voces, porque testimonia la coherencia de sus ideas y
mantiene una notable vigencia. Lo hago además, en homenaje a su memoria (en
este 13 de diciembre de 2013) y a la de Pedro Rodríguez.
Y también en recuerdo a
los años felices que compartí cerca del General, entre 1971 y 1989, cuando
integré su equipo asesor.
Uruguay ante el siglo XXI
Le agradecemos mucho
General, que nos haya dado el aval para este trabajo, y la paciencia para que
en este domingo 27 de diciembre de 1992, la hayamos podido llevar adelante.
Desde el primer día que
hablamos me pareció que esta idea tuya es bienvenida, y permite un escalón de
conocimientos para 1994.
Sobre todo lo que tiene
que ver con una mejor diseminación, y estudio e información para la
ciudadanía, sobre la manera de pensar de la capa dirigente del Frente Amplio,
en sus aspectos más significativos.
“De los cambios
políticos, económicos e ideológicos ocurridos en el mundo en los últimos
años, cuáles a su juicio acarrean consecuencias para América Latina”. ¿Usted
considera que ante la crisis mundial, se puede hacer algo positivo,
especialmente para nosotros en América Latina?
Yo lo que diría es esto:
saco de positivo acá la caída o quiebre de un modelo, no de ideologías. Para
mí lo importante es que ha sido un sacudón para América Latina, sobre todo en
el pensamiento de los sectores de izquierda.
Lo positivo s que ha
obligado a los sectores de izquierda a situarse en su lugar de origen; a
mirar el mundo y a elaborar teorías situados en nuestros países, en América
Latina. Eso es lo más importante que tenemos que reconocer
Nos ha quedado muy claro
que la izquierda en América Latina ha vivido siempre no solo de ideologías y
modelos trasplantados, sino que lo ha hecho también en la parte metodológica,
de aplicación de las políticas, e incluso con las tradiciones
latinoamericanas.
Para mí, radica ahí el
saldo positivo. Porque todas las otras cosas, de aplicación en el campo
económico, no han dejado absolutamente nada de positivo. Al contrario, han
creado centros de atención externos; incluso en todo el campo socialista, que
es un campo de inversiones que se restan necesariamente a las que puedan
hacerse acá.
Y sigue de suyo un orden
de enriquecimiento desde el punto de vista filosófico e ideológico, y es la
revalorización de lo que significa la libertad; para mí eso es fundamental y
ha sido asumido por todos. El pensamiento marxista se vio conmovido por eso,
y repito, a mi entender no es un cuestionamiento ideológico, sino
fundamentalmente el cuestionamiento de una forma de interpretar la ideología.
De alguna manera,
entonces, usted piensa que la democracia hoy se ve revitalizada.
Sin lugar a dudas. Aquí lo
que ha habido, en todos los estados, es una revitalización del concepto y de
la convivencia democrática.
Quedó bien claro esto, por
ejemplo: ¿cuántas veces se había discutido sobre la libertad por un lado y
las necesidades básicas por otro? Se demostró que no solo de pan vive el
hombre. Fueron setenta años de aplicación de un modelo que redundó en el más
tremebundo y absoluto de los fracasos.
No solo desde el punto de
vista de la función económica y social, porque los problemas no solo no
desaparecieron sino que rebrotaron con una energía nueva: por ejemplo, los
viejos conceptos: nacionalismo. Y en las formas de expresión, a mí me parece
que son importantes. Yo le decía el otro día, leyendo a Real de Azúa -que lo
decía en 1975- que se avizoraban formas de pervivencia de los nacionalismos.
Y ha ocurrido una
confirmación brutal de esa afirmación. De alguna manera los paradigmas están
en crisis, pero no han desaparecido. ¿Y las utopías, qué significan hoy en
día?
Yo diría dos cosas Germán,
un poco separadas; hay que diferenciar lo que es la utopía de lo que es un
paradigma. Los paradigmas desaparecieron, para América Latina y para Uruguay
hoy ya no hay paradigmas, hay que construirlos. Es decir, hay que hacerlo con
una percepción propia y una elaboración propia.
Algo que no viene nada
mal.
Viene muy bien, porque es
el abandono de modelos prestados y de todas las cosas que nos habían metido
de dogmas.
Es un desbloqueo.
Es un desbloqueo y un
deshielo… y la posibilidad y la necesidad de construir a partir del momento
actual.
¿Utopías?, claro que sí,
claro que sí hay utopías. Hace poco tiempo estuvo por acá Joan Manuel Serrat
y trajo dos o tres canciones propias; dos de ellas que yo anoté como
singulares. Una es “El canto al agua”, al agua como factor de vida; la otra
se llama “Utopía” y dice que -no sus palabras exactas- un hombre que no
tenga, que no cultive una utopía, está transitando simplemente el camino de
la muerte.
Es necesario, pues, una
revitalización de la necesidad de las utopías como un incentivo de vida, como
una forma de vida. En ese plano, conversando yo con algunos jóvenes hablé de
la necesidad imperiosa de tener en estos días un horizonte.
Y en el caso de Uruguay,
¿hacia dónde diría usted que deberíamos apuntar? ¿En esta búsqueda de la
utopía, cuáles serían los principios básicos, a los cuales no se debería
renunciar jamás?
Están un poco marcados en
el documento del F. A.: la búsqueda de la identidad nuestra, y sobre todo de
los pilares que tenemos.
Sobre este tema yo quiero
dejar constancia acá, que el General fue muy claro en apostar a una identidad
en transformación y hacia el futuro… cosa que no es frecuente.
Para mí está muy claro:
están atados el concepto de identidad con sustentar un proyecto de tipo
nacional; es de cualquier manera un camino de utopía. Lo marcaría a todos los
niveles acá.
Estamos viviendo una etapa
de mundialización, a nivel económico, a nivel de las pautas sociales. Y este
modelo perverso, perverso en el más estricto sentido del término, es todo el
modelo neoliberal; y arrastra con ello nuestros propios proyectos. Por eso la
necesidad de que América Latina -de todo lo que es el mundo subdesarrollado
pero particularmente de América Latina, no solo a nivel del Uruguay y no solo
nosotros uruguayos- la necesidad de crear proyectos, y no de crearlos
teóricamente sino de poder alcanzarlos.
Por eso la necesidad
consecuente de un modelo de integración cultural, de un modelo que sea capaz
de oponerse al modelo neoconservador. Ahí está el camino.
Los uruguayos han
demostrado a lo largo de su historia, que son un pueblo con vocación de
grandeza. ¿Cómo revitalizar esa vocación en los años finales de este siglo?”
Sobre todo, ahora estamos en un período de escepticismo.
Únicamente a través de una
convocatoria de discusión y elaboración nacional, que supere este momento de
bajones, que estamos sufriendo. Y yo te confieso, honestamente, que no he
encontrado todavía cómo hacerlo; estamos en la búsqueda de eso, en la
propuesta.
En el momento actual no
tengo preciso, no tengo claro, cómo es que podemos hacer para incentivar -más
allá de este modelo-, un más amplio debate, un aquí, un llave para ofrecer a
los jóvenes más amplios escenarios de participación. La experiencia nos ha
demostrado que las indicaciones de arriba nos han tenido éxito, en esta etapa
que estamos transitando.
Lo que yo he pedido a los
compañeros y he tratado de hacer con los distintos sectores, es ofrecerles o
proponerles escenarios. Si después de despertar ese afán de participación, no
logramos un orden de interrelacionamiento de los distintos sectores, no vamos
a poder superar la crisis.
Es decir, primero
despertar el deseo, la vocación individual o grupal, y la necesaria
integración de los jóvenes; precisamente lo que tiene que ser un sentimiento
de conjunto, el sentimiento del colectivo social. Si no logramos incluir en el
colectivo social -el nuestro- despertar esa vocación creativa que ha tenido
siempre, esa voluntad de ser, no vamos a superarlos.
¿Cuáles son los
principales factores y elementos positivos -en lo social y lo cultural, en lo
político y lo económico en el Uruguay de hoy, que posibilitarían avanzar
hacia una situación mejor?”
Más allá de ciertos
descaecimientos a nivel sustantivo, hay factores que son de tipo positivo en
nuestro país. Entre ellos: la homogeneidad de nuestra población, aún con
diferencias. Y hay todavía un nivel cultural y una natural inteligencia,
diría yo, una natural sabiduría -en el mejor sentido de la sagesse- de
nuestra gente, para poder analizar las cosas que se superaron durante el
siglo pasado.
Es un empecinamiento, una
voluntad de ser de nuestra gente, que permite ser optimista. Ahí está la
parte fundamental de nuestras cosas positivas.
Después de 1985 el Frente
Amplio no ha logrado motivar suficientemente a los jóvenes. ¿Qué propone
usted para hacerlo, desde ahora y sobre todo cuando el Frente llegue a ser
gobierno nacional?
Señalar la importancia de
los jóvenes está en la vida misma de la sociedad. Si una sociedad no logra
motivar y hacer intervenir a los jóvenes, está condenándose el fracaso. La
gente madura ya ha cumplido su rol, y esto es de singular importancia todavía
en una sociedad como la uruguaya, con una composición demográfica de una
sociedad vieja; las decisiones se toman sobre un promedio de 42 a 44 años.
Entonces, si no logramos
una fuerte inserción y una muy fuerte participación de los jóvenes, no vamos
a poder superar la actual circunstancia.
¿Usted piensa que dentro
del Frente Amplio eso se podría evitar?
Repito las cosas que la
experiencia nos ha dicho: los jóvenes no aceptan ningún tipo de indicaciones,
ni de consejos; no los aceptan, buscan expresiones propias.
Lo que pasa es que un poco
-un poco y un mucho- es el resultado de la crisis económica y de la crisis
moral, que hace de la sociedad uruguaya una cosa especial. Se une a eso todo
lo que es un subproducto del modelo neoliberal. Y lo que es situar a nuestros
jóvenes a trabes de una desinformación, por un lado, y por otro a través de
una perversa forma de presentar las ideas y las modas. Concretamente alejadas
de las necesidades que deberían tener. Y en este aspecto incluso esfuerzos
que hemos hecho, no han resultado.
Y a mí eso me choca,
porque en el año 1984, en la etapa del precoso para la recuperación de la
institucionalidad democrática, -e incluso en los primeros tiempos de la
democracia, había un orden de comunicación magnífico con los jóvenes. Conmigo
personalmente… y en la juventud lo había.
Pienso que en mucho fue el
haber idealizado en demasía lo que era la simple recuperación de la
institucionalidad y la frustración consecuente ante el hecho de que esa
simple recuperación no resolvería los problemas del país. Y eso llevó a un
orden de descreimiento, de falta de contacto y retraimiento de los sectores
juveniles. De una forma u otra se sintieron estafados en sus expectativas; y
no sintieron una real participación.
También hubo -y lo tenemos
que reconocer- que los sectores dirigentes que emergen de todo esto, son los
mismos que había antes de la dictadura. Es decir, no hubo la incorporación
que tendría que haber habido de los sectores juveniles.
Usted ha contado una
anécdota de Lilí, en la que fue actora de ese momento: que a finales de 1983,
todavía en plena dictadura, tuvo lugar una acción pública de protesta,
formidable.
Una acción magnífica,
sobre todo creativa, no de violencia sino de afirmación, Fue la fiesta e los
días de la primavera, en el año 83: la marcha de los jóvenes, un momento
inolvidable en la vida del país.
La marcha desde Bulevar
Artigas, frente al apartamento de ustedes, hacia el Parque Rodó.
Esa marcha estaba liderada
por la juventud, pero tuvo una potencia tal que incorporó y venció el recelo
de las generaciones mayores. Y dio pie al gran acto -“el río de la libertad”-
de 18 de Julio y Bulevar Artigas.
En el año 84, cuando usted
acababa de salir de la cárcel, tuve la emoción de participar a su lado en el
gran acto desarrollado en el gimnasio del club Defensor, solo de jóvenes.
Ahí ya se integran
sectores universitarios y de la enseñanza; y hay un orden de relación
directa: no eran solo discursos. Nuestra presencia en el escenario de aquel
pequeño tabladito, era por sobre todas las cosas una conversación. Y el
resultado era magnífico. Bueno, eso se perdió, decayó sensiblemente a partir
del primer año de la recuperación. Todavía en el año 85 hubo manifestaciones
de apoyo, después se perdieron. (º)
La juventud sí intervino
mucho cuando la Ley de Impunidad; ahí sí se sintió el calor de cuando
estuvieron presentes; pero después vino el apagón, un apagón que cada día es
más `presente.
Y que está presente hoy en
día con relación al referendo.
Hay diferencias sensibles
que no admiten comparación de este referendum con la Ley de Impunidad. Aquel
buscaba provocar una reacción emocional e inmediata; todas las familias
estaban tocadas, y además era la violación de los derechos humanos, que es
una cosa tan sentida por la gente. Que llegaba a tocar las capas más hondas
de la sensibilidad. Esto que estamos transitando ahora exige un proceso
racional, y sólo después de haber asumido ese proceso racional el uruguayo es
capaz de generar un sentimiento emotivo de rechazo o de defensa.
No hemos logrado
incorporar la convicción de que esta instancia en que estamos, es la más
profunda defensa de la patria, y en el buen sentido del patrimonio nacional.
Y de la identidad
nacional.
No hemos podido, no hemos
sabido, cómo presentar el problema. Porque de las cosas que tratamos esta
juventud es más pragmática, más atada a los bienes materiales. Y esto no es
excluyente en cuanto a que no tengan profundos valores. Quizás no entienden
que este referendo lesiona la soberanía.
No lo sienten ligado a la
realidad cotidiana y a sus problemas. Y de ahí es como actúan, con esa
presidencia acerca de la realidad problemática del país. ¡Qué vaya si es
importante! Pero, repito, no hemos podido lograrlo, porque la sociedad entera
nuestra perdió el sentido de la fraternidad y perdió el sentido de la
solidaridad.
Y hoy la juventud no está
presente, no siente la necesidad de demostrar una adhesión, ni la voluntad de
intervenir en los fenómenos de tipo social. No sienten un compromiso con la
sociedad entera.
Esto no quiere decir que
hayan desparecido totalmente las expresiones de solidaridad. Son solidarios
en el campo chico, en la amistad del pequeño grupo, precisamente, otra vez de
nuevo, de la frustración anterior.
Las tareas preparatorias
para gobernar
Nos interesa conocer lo
que usted siente deberían ser los problemas a encarar con mayor resolución en
el corto plazo.
Más que los problemas está
toda la situación, donde el punto de vista de elementos negativos. No sé si
son cinco o seis; yo acá marco estos: el estancamiento económico… y ligado a
esto una falta de expectativas en los sectores productivos. Una falta de
expectativas que también se mezcla, y están absolutamente emparentadas con lo
que es el descaecimiento.
De alguna manera,
entonces, no es solo por razones económicas.
Más que eso Germán,
escucha; yo parto de esto: la falta de expectativas, descreimiento
generalizado, crisis de los factores morales. Que empieza a nivel de lo
social, por esa pérdida tan sustancial de la sociedad uruguaya, a nivel
barrio, a nivel país, a nivel mundial. La solidaridad de estos pueblos, que
no está presente ahora.
Pero más aún: no se ha
transformado en una crisis moral, que llega hasta los límites de lo que es la
búsqueda del provecho personal, del beneficio personal, de satisfacer esas
necesidades de tipo personal, sin importarle un rábano lo que es lo social y
los compromisos. Esto lo vemos en el trabajo y lo vemos en el nivel
profesional.
¿Usted piensa que a nivel
empresarial eso también se da? ¿Cómo lo ve usted a nivel de arriesgar, para
poder generar mejoras sociales?
Esa falta de expectativas
también afecta a los empresarios, porque los lleva a no invertir. El
empresario nuestro es un empresario pacato, muy volcado a la seguridad y a la
protección del Estado.
El empresario nuestro
busca 105% de seguridad. Es sustancialmente distinto -yo lo digo siempre- del
empresario chileno… de pronto porque allá son más jóvenes.
Se despotrica contra el
Estado, pero se lo busca desesperadamente.
Ellos piden por un lado
libertad para exportar, pero lo que están buscando siempre es el paraguas
protector del Estado.
La contradicción mayor que
encontré es que las propias fuerzas que aparentemente estarían más
beneficiadas con la economía neoliberal -como es el sector agroexportador-
han protestado de una manera violentísima, ¡hasta con paros!, cosa que nunca
se había visto. Quiere decir que también para ellos no hay reglas claras de
juego, ¡ni con este gobierno!
No, por supuesto, no las
tienen. Durante todo este período, a partir de 1985 hasta ahora, ha habido
seminarios para el establecimiento de esas reglas de juego. Pero no hay
confianza, no hay expectativas, no hay proyectos; es un círculo vicioso, y
así van perdiendo identidad.
Esto es interesante,
porque entonces la crisis no afecta solo a la población trabajadora.
No, afecta a todos los
niveles, con características tan graves como estas que estamos atravesando;
una crisis muy severa de los servicios, tipo salud. Y no tanto por falta de
recursos. Para mí lo pésimo es la mala administración de los recursos,
también basada en una pérdida de los factores morales; la firma de las
tarjetas, por ejemplo.
Todo tiene su origen,
finalmente, en el deterioro económico.
Si una persona tiene que
tener cuatro o cinco empleos, mal cumple con ellos.
Pero escucha Germán: lo
que más me dolió es lo que pasó con el tema de los anestesistas. Tenían un
lógico deseo de alarmar, ¡pero abandonaron la atención! ¡El sagrado juramento
hipocrático!
Claro que todo el mundo
tiene que comer y de qué vivir, y no es con las apelaciones a Hipócrates que
se puede vivir. Pero hasta se han generado procedimientos penales por
operaciones que no se hicieron. Todo eso ha arrastrado a un deterioro tan
tremendo como este. Más aún: los médicos y los médicos anestesistas
ofrecieron como solución crear una sociedad de responsabilidad limitada, no
sólo del gremio de ellos sino constituir una empresa comercial y contratar
con el Estado.
¿Yéndose de la
administración pública?
Sí, yéndose de ella. Lo
digo porque me fueron a ver, para llegar a una solución. ¡Ni hablar! ¡Que los
médicos del Uruguay lleguen a esto! Todo esto hace a la relación social y es
percibido por los jóvenes. El gran problema de Uruguay cuando se ingresa al
mercado de trabajo o a una ocupación, es el contagio en cuanto al
incumplimiento de la obligación que entraña el contrato de trabajo; que no
son solo derechos, son obligaciones también.
Por eso es imprescindible
una revalorización de los factores morales. Si no, no va a haber ningún tipo
de programación, ni de planes, ni proyectos.
¿Dónde pondría usted el
mayor énfasis para revitalizar el factor moral?
Para poder contestarle me
pregunto ¿por qué este deterioro? Porque ha sido permitido, porque hay
impunidad. Entonces, y desgraciadamente, no veo otra forma de salir que
empezar por medidas compulsivas, que impongan la correlación que hay entre
derechos y obligaciones.
Tenemos el caso del actual
gobierno departamental de Montevideo. Desde el punto de vista de las
relaciones humanas entre el Intendente y su equipo de gobierno con los
trabajadores, ha sido un ejemplo, y también en cuanto a las remuneraciones.
La programación del Frente Amplio era recuperar en el quinquenio un 30% del
salario real de los trabajadores municipales; pues bien, apenas a los dos
años y medio se logró ya el 27 o 28% de recuperación. Algo absolutamente
infrecuente en el Uruguay de hoy.
Pero a pesar de eso no se
obtuvo una respuesta condigna de la agremiación (ADEOM) ni de la masa de
funcionarios. Siguen “tirando para atrás” en el trabajo; no aprendieron a
diferenciar un gobierno popular de los gobiernos municipales anteriores.
¿Qué entiende usted por
ejercitar una cultura de gobierno o entrenarnos para ello? Porque usted fue
pionero en mostrarle al Frente la necesidad de tener cultura de gobierno.
Esto yo lo sentí con
tremenda fuerza en los tiempos de la cárcel; pensé repetidas veces en este
asunto. Y en el transcurso del año 84 nos dimos cuenta que el Frente Amplio
estaba no solo inserto en la realidad política del país, sino que
indefectiblemente llegaría a ser gobierno. En algún momento yo he hablado de
la gravitación histórica que llevará al Frente al gobierno nacional.
Desde que nacieron las
fuerzas de izquierda del Uruguay fueron fuerzas opositoras, contestatarias y
testimoniales, con una clara percepción de los problemas nacionales.
Cumplieron un rol importantísimo, porque levantaron siempre banderas
principistas y sostuvieron ideales y utopías en sus documentos programáticos,
sin dejar de ser concientes de que estos programas no se podían lleva a cabo
por la imposibilidad de ejercer el gobierno.
Durante muchos decenios se
produjo por eso un despegue entre las propuestas que se hacían y la realidad.
Cuando percibimos en el 84 ser opción de gobierno como algo factible,
inmediatamente tuvimos la convicción de que eso implicaba comprometerse en el
cambio de la sociedad. Nosotros queremos cambiar esta sociedad.
¡Y esta sociedad se cambia
desde adentro!
La opción que hicimos fue
transitar las vías democráticas a ultranza.
A usted no le fue fácil
sustentar eso en el 84, porque la tendencia del Frente renacido era seguir en
la pura oposición.
Sí, era sentirse como una
fuerza que está en la vereda de enfrente. Sí, nos costó, pero la
responsabilidad de ser co-gobierno fue asumida, y lo ejercimos dignamente.
Usted planteó eso varios
meses antes que el Frente Amplio fuera llamado a integrar los directorios de
los entes autónomos; pero a mediados de aquel año 84 ni se hablaba de eso.
No solo no se hablaba sino
que hubo que luchar dentro del propio Frente, para que fuera aceptada esa
participación. Y esa participación entrañaba ya tener una cultura de
gobierno.
Creo que todavía no está
completa la transformación mental necesaria para aceptar naturalmente eso. Y
no pudo completarse durante este gobierno del Partido Nacional, al no haber
sido llamado el Frente a continuar en el Directorio de los entes. Ha sido un
tremendo error de gobierno.
Desde el punto de vista de
la cultura de gobierno, ¿cómo estamos en el Frente Amplio con respecto a
1985?
Desde el punto de vista de
la evaluación estamos mucho mejor que en 1984. De más en más los partidos
tradicionales sienten la consistencia y el peso del Frente Amplio. Y nosotros
nos damos cuenta -por ejemplo a través del gobierno en el municipio de
Montevideo- que hay que aprender mucho más todavía. ¡Hay que aprender a gobernar!
Pero estamos aprendiendo rápido y bien.
Incluso sucede esto: el
Partido Colorado tienen no solo vocación de gobierno, sino conocimiento
acabado del manejo de la cosa pública. Y eso es algo fundamental, porque la
cultura de gobierno no consiste solo en tener un cambio de mentalidad; no se
trata únicamente de hacer propuestas concretas para resolver problemas
concretos, sino de preparar el material humano idóneo para gobernar, y saber
utilizarlo.
Porque se da esta
paradoja: el gobierno de Lacalle ahora y el de Sanguinetti antes, han
gobernado apoyados en funcionarios públicos que en buena parte son
frentistas; yo me atrevería a decir que los más brillantes y capaces
frentistas. Entonces una primera tarea es tomar conocimiento del potencial de
actuación y obra de esos técnicos.
Por sobre todas las cosas
el Frente Amplio debe meterse hasta el pescuezo en esto de gobernar. En la
izquierda –sobre todo en los niveles intelectuales- ha habido un cierto
desprecio a meterse en el barro. Pero la sociedad nuestra es ésta, con sus
virtudes y sus defectos, y no se la puede cambiar simplemente con teorías.
Por eso estamos empeñados en que no haya crítica a ninguna medida ni a
ninguna propuesta del gobierno de turno, si no está acompañada de una
solución alternativa nuestra.
No hay ninguna propuesta
que no tenga un flanco criticable, pero lo que vale -con vistas a ser una
verdadera opción de gobierno- es tener respuestas ciertas, viables y
concretas. Y en eso estamos.
En las instancias
preparatorias para ser gobierno nacional, ¿considera usted imprescindible
disponer de un programa previo? ¿Ese programa debe ser hecho exclusivamente
por el Frente Amplio o puede ser estructurado en un marco extra frentista?
A ver si logro expresar mi
idea, como lo hice en el Segundo Congreso. ¿Para qué se quiere el gobierno?
Hay dos etapas: alcanzar el gobierno para gobernar, pero hacerlo en función
de realizar un proyecto.
Para realizar ese proyecto
-que supone hacer los cambios que el país precisa- hay que tener un programa.
Es más, en las condiciones en que estamos nosotros, con plena conciencia de
la realidad, decimos: ¿para procesar cambios en nuestro Uruguay y en la vía
que elegimos, es posible hacerlo solos? No. Se necesita el apoyo de mayorías,
de mayorías políticas y sociales.
¿Cómo configurarlas? Por
supuesto a través de juntar voluntades en la realización de un proyecto. Y
llevar adelante un programa.
El Frente Amplio se ha
marcado un horizonte que es el punto de atadura de nuestra unidad. Está
referido al país que queremos y a la sociedad que queremos. Nosotros
perseguimos ese ideal y queremos alcanzarlo, pero sabemos que para poder
llevar a cabo un proyecto como ese, hay que tener las mayorías necesarias.
Entonces, sobre las grandes ideas que son postulados de principios, tenemos que
tener la flexibilidad suficiente en esa búsqueda imprescindible de acuerdos,
para constituir las mayorías nacionales. Como para ir acompasando nuestros
principios con esa realidad factible; que no lo es solo desde el punto de
vista práctico -en cuanto a medidas a tomar- sino a la adhesión que esas
medidas puedan concitar.
Lo pragmático no es
intrínsecamente perverso, no significa transar sino saber buscar la forma de
acercar a gente muy variada a ese proyecto. Y eso está muy ligado a una
cuestión de principios.
Nosotros nos definimos
como revolucionarios, pero en el sentido preciso del término. Hacer la
revolución es cambiar la situación actual; revoltare es poner arriba lo que
está abajo. Pero no se puede olvidar que nosotros elegimos el camino de cumplir
ese proceso por las vías democráticas.
¿Por qué hay discrepancias
sobre esto todavía? Porque no todos están de acuerdo con que dar un paso
hacia delante -por pequeño que sea- nos acerca más a la meta. Mucho se ha
discutido sobre la teoría del todo o nada, y sobre la necesidad de dar “el
gran salto”.
En algunas circunstancias
se puede dar, pero no en el Uruguay de este tiempo.
Yo siempre recuerdo la
advertencia que usted nos hacía en las reuniones del Equipo Asesor, allá por
1972. Ponía el ejemplo del corredor de atletismo que debe acompasar su ritmo
de carrera a las propias posibilidades, porque si va demasiado ligero se cae.
Una frase sirve para
ejemplificar eso: “el que se precipita, se precipita”.
¿Usted cree que es
factible un acuerdo nacional para sacar al país del marasmo actual?
No solo creo sino que
además creo que es imprescindible.
¿Qué carácter le da a eso,
con quién se podría?, porque lo nacional no implica la totalidad.
Aquí no hay monolitismo
posible, así que es inconcebible un acuerdo que englobe a la totalidad de
fuerzas políticas y sociales. No se trata de alcanzar unanimidades.
Esta es, como todas, una
sociedad compleja, con intereses de sectores bien diferenciados, que son a
veces hasta contrapuestos.
Entonces lo que queremos
buscar son a las mayorías significativas, capaces de empeñarse en un proyecto
progresista. Fuerzas éstas que están a todos los niveles de nuestra sociedad.
Por ejemplo: hay empresarios progresistas, pero pasa que en nuestro país no
se procesó una revolución burguesa. Y para hacer los cambios que el país
precisa, no los vamos a hacer solamente con los trabajadores y los
estudiantes. Se tiene que hacer con el concurso del sector empresarial, nacional
y progresista.
Parece como si todavía
ciertos sectores se negaran a considerar al Frente como la fuerza política
que es: como si no se aceptara que el bipartidismo terminó. ¿Usted piensa que
eso es así?
Sí, en algunos sectores
sí. Pero también hemos mejorado en eso. En la vida parlamentaria, por
ejemplo, se da un ejercicio continuo de búsqueda de acuerdos. Y la política
en general ha sido siempre -hasta por definición- una búsqueda de acuerdos.
Hemos mejorado en dos
aspectos. En la consideración del medio político externo hacia el Frente, y
desde el punto de vista interno también, reconociendo la necesidad de
acercarnos a las otras fuerzas políticas y procesar acuerdos.
Volviendo un poco atrás,
parecería que el Frente no ha tenido la fuerza necesaria como para que la
Comisión de Programa funcionara suficientemente bien. ¿Usted piensa que en
esto tenemos posibilidad de avanzar?
Se ha avanzado, pero
todavía somos demasiado críticos y demasiado exquisitos. Esa búsqueda de la
perfección se vuelve al fin y al cabo esterilizante. Porque nos hace olvidar
que debemos tener siempre la medida de las posibilidades ciertas.
Ha pasado en lo que tú
dices en temas importantes como la salud.
A la hora de articular un
proyecto definitivo, no llegamos a acuerdos. Pero lo estamos superando. Por
ejemplo, la Comisión de Programa acaba de elaborar una metodología de trabajo
que me parece muy buena. Comenzó por organizar una serie de encuentros con
los partidos y movimientos políticos del Frente; elaboró un cuestionario que
cada sector responde, y con las respuestas hará una síntesis. Y después
enriquecerá esa síntesis con los aportes que se pueden hacer desde las
Coordinadoras y las Bases. Eso nos llevará a discutir cosas concretas y no
sobre el ombligo de los ángeles.
Si el Frente Amplio fuera
gobierno, ¿cómo ve usted el relacionamiento con los empresarios y con los
trabajadores?
Hemos puesto siempre la
metáfora de una mesa, en la cual están sentados: el gobierno, los empresarios
y los trabajadores. Es decir, las fuerzas políticas por un lado y por el otro
las que hacen a la economía y a la producción. Las tres fuerzas discutiendo
en conjunto, primero para alcanzar lo que no se hizo todavía: definir los
objetivos nacionales. Porque no puede haber proyecto de país si previamente
no nos juntamos y nos ponemos de acuerdo. Ahí está la base del proyecto
nacional.
Así que a mi juicio lo
primero es definir los objetivos en el campo económico y en el campo social:
lo que hace el empleo, lo que hace a las relaciones con el resto del mundo.
En función de esos objetivos se podrán discutir luego las estrategias y las
técnicas.
Eso solo es posible si es
elaborado en conjunto entre gobierno, trabajadores y empresarios. Un proyecto
es asumido y compartido si se ha participado en su elaboración. ¿Eso es
posible? ¡Claro que sí lo es! Y más que posible necesario.
Las relaciones
gobierno-partido es un tema que le preocupa.
Acá lo importante es esto:
el Frente Amplio es una fuerza política. Si alcanza el gobierno hay un campo
y límites que no son fáciles de establecer.
El gobierno es una
concreción de la fuerza política para una tarea específica, y la fuerza
política tiene no solo el derecho sino la obligación de estar comprobando
momento a momento -fiscalizando en el mejor sentido crítico- el cumplimiento
de los programas y los planes para los cuales ese gobierno fue elegido.
Hay un campo de
intersección entre ambos. El gobierno debe tener toda la autonomía necesaria
para llevar a cabo el programa; pero la fuerza política debe vigilar para que
en esa praxis el gobierno no se aparte de los principios preestablecidos.
Esto lleva a la necesidad
de definir ámbitos de intercambio de ideas. Porque el partido debe alimentar
continuamente con ideas al gobierno: en nuestro caso puede hacerlo, por ejemplo,
desde la Comisión de Programa.
La instrumentación y
puesta en práctica del programa de gobierno, requiere una adecuación a las
condiciones cambiantes de la realidad. Entonces el organismo gobierno está
dedicado a una tarea concreta, que es hacer llevar a cabo un programa.
Pero entonces usted acepta
que el partido alimente con ideas y propuestas al gobierno.
Pero por supuesto que sí.
El partido debe alimentar continuamente con ideas al gobierno.
Las medidas de gobierno
¿Cuáles serían las medidas
con las cuales usted iniciaría su gobierno?
Cuál es el gran problema
que debemos enfrentar: las tres décadas pasadas de estancamiento económico;
con las consecuencias ya dichas de la perversión y la inadecuada utilización
de los recursos.
Recursos que según usted
existen.
Sí, claro que existen, y
no solo a nivel interno. Por ejemplo, sabemos que han 4.500 millones de
dólares de depositantes uruguayos en el exterior.
Pero hay una primera
consideración: adónde volcamos el esfuerzo del país y los recursos del país;
hasta ahora los hemos venido colocando en este modelo, a la especulación y a
los aspectos financieros.
La primera acción
relevante sería establecer las condiciones para volcar los recursos del país
a la producción. Hay que manejar el instrumental que tiene el país, para
volcar los recursos al campo productivo. Es la primera condición, sin ninguna
medida de tipo violento. Y como consecuencia de esto están ligados los
problemas que analizábamos antes, que tienen que ver con la falta de fuentes
de trabajo. Y ahí hay una serie de medidas concretas.
Es necesaria una revisión
y una profunda reforma de lo tributario, que con equidad exija esfuerzos para
el alcance de recursos. Y luego, en función de esto también, una respuesta
rápida que resuelva los problemas de lo social; por ejemplo un agresivo
programa de vivienda. Agresivo, porque a partir de ahí movilizamos la
construcción, que es de lo que genera mayor ocupación.
Con una política de empleo
usted también está dando un camino para los jóvenes.
Claro, y no solo crear las
fuentes de empleo en sí, sino resolver el problema ocupacional a nivel
juvenil. A través de los apoyos que están en todos nuestros programas, de
tiempo atrás.
Nosotros creemos -y lo
hemos sostenido siempre- que la pequeña y la mediana empresa son de un
dinamismo tremendo, cuando están bien apoyadas. Buscando, por supuesto,
cuáles son aquellas que han apoyado los objetivos nacionales y que propician
la incorporación de los jóvenes al trabajo.
Parecería que una de las
dificultades mayores es el relacionamiento con los centros de poder
internacional, básicamente con el Banco Mundial, el Fondo Monetario
Internacional, y con Estados Unidos. ¿Usted cree que el Frente puede
modificar esa situación?
No podemos desconocer la
realidad existente para seguir sobreviviendo. Aquella frase de las viejas
consignas, de que hay que romper con el Fondo Monetario Internacional, son
cosas locas. Es imprescindible insertarse en el campo de lo viable y de lo
posible. Para eso están la negociación y sus diversas formas.
Todas las cosas tienen que
estar afirmadas en una continuidad de pensamiento económico y al mismo tiempo
crear la confianza, interna y externa. Sí, hay que negociar y hacer política
con el FMI.
¿Por qué?, porque
necesitamos capital. Y además porque en 1995 viene el período de las
amortizaciones; se vence el plazo de la mayor parte de las deudas.
Así se llega a la
necesidad de negociar. Tenemos que conversar y mandar misiones al Fondo
Monetario, ¡ni modo! Tenemos que saber negociar; ¿que es posible?, sí, yo
creo que es posible. Además hay ejemplos; la firmeza y un orden de
continuidad.
¿Usted cree que el pasaje
de la bipolaridad a la multipolaridad nos favorece?
Yo creo que facilita las
cosas si sabemos actuar, explotando las contradicciones que puedan darse
entre los actuales tres grandes centros de poder económico mundial.
Desde el punto de vista de
la estrategia que trace Estados Unidos -después de desaparecer su enemigo
tradicional- importaría saber cómo mira ahora a la Comunidad Económica
Europea y por el otro lado a Japón. Yo pienso que se van a producir
contradicciones entre ellos. Y nosotros, en los países latinoamericanos
tenemos que utilizar esas contradicciones en nuestro favor.
Hasta ahora eso no lo
hemos hecho bien: incluso ahora en las negociaciones del GATT, porque cuando
negociamos en materia agrícola nos pegamos a los Estados Unidos. Yo digo
entonces que debemos entrenarnos en jugar en la cancha grande; y sostengo que
podemos hacerlo, sobre todo estimulando la necesaria integración para mejorar
así nuestra capacidad de negociación. Creo también que tenemos que asumir la
importancia del rol que juega el FMI, el Banco Mundial y los bloques de poder
económico; porque no es Estados Unidos la única nación imperialista. Hay que
ver qué puede suceder con Japón y el bloque asiático, y qué puede suceder en
el futuro con la CEE y sus políticas proteccionistas.
No obstante los sucesos de
Europa Oriental, usted cree hay posibilidades de inversiones en nuestro país.
Sí, las hay, no solo de
organismos internacionales, sino las propias. Hay países de Europa que tienen
inversiones acá. Hay que jugar con un gran pragmatismo; nosotros necesitamos
jugar en la cancha grande. Porque la generación de capitales propios no
alcanza para cubrir todas nuestras necesidades.
Habrá que establecer
entonces reglas de juego claras, reconociendo de antemano que los que
invierten quieren tener ganancias.
Hay gente que cree que la
inversión de capitales del exterior es una obra de beneficencia; no la hay y
eso hay que saberlo de entrada.
Hay que dar a ese capital
condiciones de rentabilidad, en el campo lícito y siempre que esas
inversiones respondan al programa de gobierno que nos hayamos trazado y se
hagan en los campos que tenemos que privilegiar.
Ahora nos interesa conocer
su visión sobre las relaciones de Uruguay con el Mercosur.
La opción de entrar o no
al Mercosur no era tal. Todos los hechos llevaban a que había que
incorporarse de todos modos. Incluso en la valoración de unas posibilidades
utópicas de prescindir de nuestro ingreso, al sopesar ventajas y desventajas
era indudable la necesidad de pertenencia. Insisto en la necesidad de un
proyecto nacional. Como no hay un proyecto nacional asumido por todos…
Se entra débil.
Seguro, se entra
débilmente. Y frente a un potencial como Brasil, que sabe muy bien lo que
quiere. Comparativamente la importancia del Mercosur varía: para Brasil es el
5% del Mercado Común Europeo, para nosotros la integración al Mercosur es de 35 a 40% de nuestra
economía; entonces los precios son distintos.
Y a nosotros, por no haber
trazado bien el quehacer eso nos afecta.
Nosotros entonces, que no
negociamos bien, por debilidad y por problemas internos; nuestros
negociadores no son buenos en general, con la excepción del Dr. Miguel
Berthet. Creo que los temas fundamentales no han sido estudiados en
profundidad y hasta ahora no hemos sabido aprovechar los elementos
favorables.
Con relación a este asunto
hay dos sectores bien diferenciados: un sector externo, o sea las relaciones
del Uruguay y el conjunto de su economía con los otros tres países; y un
sector interno, que será afectado por los cambios profundos que acarreará el
Mercosur.
¿Quién puede negar las transformaciones
que implicaría el paso de un mercado relativamente protegido, de apenas tres
millones de habitantes, a un mercado de 200 millones? No solo son cambios de
escala sino también de competitividad; habrá sectores que podrán ingresar al
nuevo ámbito y otros que no.
Una de las cosas que yo
llevo siempre a la mesa de discusión, a título de ejemplo, es el de la
industria vitivinícola, muy importante sobre todo en nuestra región sur
porque de ella viven 12 mil familias. Pero es una producción dispersa en
cuanto a la variedad y cantidad. Es un hecho que ella no podrá competir en el
Mercosur con los vinos argentinos; nos ponen una canilla desde el otro lado
del río y se acabó.
En el planteo inicial se
buscó definir cómo competir en ese rubro. Y se puede competir con calidad.
Pero los 12 mil canarios que tienen apenas una hectárea cada uno como
promedio, estarán obligados a efectuar una gigantesca reconversión. Una
hectárea de viña cuesta entre 8 mil y 12 mil dólares y hay que esperar cuatro
años para que entre en producción. Entonces los cambios a realizar están por
encima de las posibilidades de un productor común. En tanto sí hay algunos
productores de tipo empresarial, que han comenzado ya a ensayar la
reconversión, en los departamentos de Colonia y Artigas.
Nosotros pensamos que
cambios como esos deberían haberse procesado con más tiempo. Y de esa manera
se daría un paso hacia la constitución de empresas multinacionales, pero
nuestras, mixtas. No solo de capital mixto en lo interno sino también mixtas
con Argentina y Brasil. Yo pienso que eso es absolutamente necesario,
¿Poner a los uruguayos a
trabajar con más ganas, es solo un problema de fuentes de empleo?
No, no. Aquí es donde
resulta imprescindible un cambio revolucionario. Si nosotros no logramos cambiar
la mentalidad actual de avivados y de no cumplir con las obligaciones, todo
lo demás no sirve.
Es un problema preocupante
porque la situación se deteriora día a día. Yo no quiero reiterar las
historias que conozco sobre el funcionamiento del Hospital de Clínicas, a
partir de lo que me cuenta mi hija Bethel que fue funcionaria técnica allí.
Son gravísimas, sobre todo por ocurrir en un hospital universitario.
¿Qué soluciones de fondo
propone para resolver la problemática social? Elija un problema a resolver en
salud, educación, seguridad social, reconversión productiva, etc. Uno que en
particular le preocupe en este momento.
Honestamente yo pongo en
el centro de mis preocupaciones la necesaria reforma industrial. Porque puede
fracasarse en algún aspecto industrial, pero si nosotros no creamos a través
de una reforma educacional las bases de crecimiento, no vamos a poder llevar
adelante las otras. Y en esto estamos bastante rengos, bastante atrasados.
Dentro de ese concepto
está también lo que tiene que ser la reeducación de los sectores laborales.
Es decir cómo se debe recapacitar a quienes trabajan.
Lo grave es que en el
sistema educacional del Uruguay de hoy hay un espíritu de aferrarse al
pasado, de no aceptar la necesidad de cambios, de cambios tremendos. Ya no se
puede hablar más de la escuela vareliana ni añorar la enseñanza secundaria de
los años 20, ni la Universidad del 58. Se necesita un cambio revolucionario,
que a partir de ahora deberá estar en íntima conexión con el Mercosur.
Entonces yo marcaría este
problema como primordial desde el punto de vista de su urgencia. Y para
llevar adelante esa reforma no alcanza con aplicar soluciones sectoriales o
parciales; ningún partido político por sí solo puede resolver el problema.
Por eso en su momento propusimos un gran debate nacional al respecto.
Eso no depende únicamente,
entonces, de cambio de programas o de planes de trabajo. Hay que cambiar la
mentalidad docente.
Hay que cambiar todo,
empezando por los sectores docentes.
El gran obstáculo es que
este país tiene una tradición enorme en lo educativo; yo creo que el
tradicionalismo nos frena a nivel docente. Pienso que se idealizó el pasado
educativo.
Nos gustaría que usted
dirigiera un mensaje para los uruguayos que viven fuera de Uruguay.
Acá hay dos cosas:
primero, la necesidad del mantenimiento de vínculos. La experiencia nos ha
dicho de los éxitos que tiene nuestra gente en el exterior; de los aportes
ciertos de ese 12% de la población del Uruguay que está afuera de nuestro
país. Y los aportes que pueden hacer desde el punto de vista de las
experiencias que han vivido, de las enseñanzas que han recogido.
Incorporarlas a la patria y al proceso de definir y enriquecer la identidad
nacional y el proyecto de país.
Podría hacerse a través de
las embajadas, que hasta ahora han tenido muy poca gravitación… desde el
punto de vista del comercio quizás.
Sí, en aspectos
comerciales solamente.
Cómo mantener el cordón
umbilical, cómo mantener ese rol de insertarse en la identidad nacional y de
participar del proceso. Dándoles derecho al voto… y eso no es menor, porque
es la forma de interesarlos y de mantenerlos informados?
Por lo tanto usted piensa
que la solución no está necesariamente en el retorno.
No. Primero por una razón:
la razón del martillo; más allá de los mejores deseos de que se incorporen
¿venir acá a qué? Incluso en un estado floreciente del país, en una economía
creciente, quienes están en el exterior nos sirven no solo para mejorar
nosotros, sino para mejorar las relaciones con el resto del mundo. Ahí es
donde tienen que jugar.
Reflexiones del General
Seregni al final de la entrevista
No es cuestión de
dramatizar, pero yo tengo la angustia de que estamos transitando etapas
definitivas, definitivas. No es por un simple aferramiento al calendario, de
que nos acercamos al fin del siglo.
Nos estamos jugando de
frente a la situación mundial, y de frente al Mercosur. Nos estamos jugando,
ciertamente, nuestra identidad, los valores nacionales. Porque la
nacionalidad oriental también es un proceso, un proceso que tiene que ser
alimentado continuamente y con las visiones del futuro.
Revertir la situación
actual, sobre todo a nivel de los jóvenes, es la gran preocupación; el 40% de
los jóvenes uruguayos dice que su futuro está afuera. Si nosotros no
revertimos eso, no vamos a tener nación, y no vamos a tener identidad
nacional en el futuro. Ese es el reto, y ese reto pasa por buscar,
empecinadamente, y lograr, un acuerdo nacional.
Y ahora, con ambiciones
sectoriales, por ambiciones de tipo sectorial, no lo vamos a alcanzar. Eso lo
tenemos que saber bien, cada uno de nosotros, y sobre todo a nivel de la
izquierda, que es donde tiene que partir nuevamente la formulación de los
cambios.
P.D. – 1. El casete
original, con el audio completo de la entrevista, queda en manos de Alfredo
García.
P.D. – 2. Dejo constancia
de un muy afectuoso agradecimiento a mi compañera, Roser Pintó, por su ayuda
tenaz en la desgrabación de la entrevista, y para que mantuviera el tono de
la conversación coloquial.
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