MANIFIESTO DE LOS ECONOMISTAS POLÍTICOS
A LOS PUEBLOS DE AMÉRICA LATINA
El surgimiento y fortalecimiento del capitalismo en
Europa a partir de los siglos XV y
XVI confirió al continente latinoamericano un nuevo y
triste destino. Desde los primeros
momentos de la “conquista”, los pueblos que aquí
vivían fueron sometidos a todas las formas
de explotación.
Desde entonces pocas cosas han cambiado. Su población
es hoy mucho mayor y más
rica étnicamente, gracias al aporte de la sucesiva
llegada de europeos africanos y asiáticos. La
explotación, sin embargo, continuó intocada. La forma
que hoy asume es la del sometimiento
incondicional de los países latinoamericanos a las
políticas neoliberales de ajuste.
Ese modelo está mal formulado y es equivocado desde
el punto de vista del desarrollo
y de la soberanía latinoamericana. Empero es un éxito
y revela una estrategia muy coherente y
bien articulada, desde el punto de vista de la
continuidad en el continente de esa situación de
sujeción a la lógica del mercado y de la
subordinación a los dictados del imperialismo.
Después de fomentar el sueño de un verdadero
desarrollo y de la conquista efectiva de
la dignidad y libertad para los pueblos de América
Latina, principalmente durante los años 50
y 60 del siglo pasado, este sueño fue substituído,
tan pronto como comenzaron a ser afectados
los intereses del gran capital, por el abandono de la
democracia y la pesadilla de la deuda en
un cambio de ruta que contó siempre con el apoyo y
complacencia de las elites locales.
Hace tres décadas el continente sufre las penurias
del estancamiento, el desempleo, y
de la miseria creciente. Al contrario de lo que
pregona el discurso de la ortodoxia económica,
las políticas de ajuste no han llevado al crecimiento
ni a la reducción de las desigualdades.
Solo en los últimos diez años, la población que vive
debajo de la línea de pobreza en América
Latina saltó de 200 a 225 millones de personas, y el producto
por habitante tuvo un
incremento prácticamente nulo.
Las reformas presentadas como necesarias para lograr
el crecimiento sustentable de
nuestras economías contribuyeron a empeorar aún más
ese cuadro, precarizando las relaciones
de trabajo, eliminando derechos sociales y reduciendo
la cantidad y calidad de servicios
públicos ofrecidos a la población.
Las políticas públicas destinadas a “compensar” el
incremento de la pobreza en el
continente, lejos de resolver el problema, acaban por
convertirlo en natural, consagrando la
exclusión social. Con su adopción se admite que los
beneficios de este modelo económico no
son de hecho para todos y se difunde la idea engañosa
de que la pobreza y miseria son
inevitables igual que las tempestades y terremotos.
Tampoco han aparecido los resultados relativos a la
estabilidad y sustentabilidad del
crecimiento en el continente. Al contrario, las
prácticas neoliberales han fragilizado aún más
las economías latino americanas, aumentando
sobremanera su vulnerabilidad externa y
elevando su grado de exposición a crisis financieras
típicas de este momento de la historia
capitalista.
Además de eso se debilita la estructuración económica
del continente, pues no
contribuye a la complementariedad productiva, ni a la
integración de sus poblaciones, al
límite, pone nación contra nación.
Esa política, de resultados tan dañinos para los
pueblos latino americanos, atiende
apenas los intereses del gran capital, hoy
fundamentalmente el capital transnacional y el
capital financiero. Se trata siempre primordialmente
de mantener el valor de esos capitales y
su rentabilidad, importando poco si ese capital es
utilizado para ampliar la capacidad
productiva, o para comprar capacidad productiva ya
instalada, aprovechando la posibilidad de
enormes ganancias en moneda fuerte viabilizados por
la emisión de deuda pública o
simplemente financiando gobiernos corruptos.
Esa situación deplorable es el resultado de una
relación secular de subordinación de la
periferia capitalista al centro de este sistema
mundial, relación que asumió las más variadas
formas a lo largo de la historia. Esa dinámica hizo
del continente un productor de bienes
agrícolas y materias primas baratas para afianzar la
rentabilidad de las potencias industriales
hegemónicas y transformo, después, nuestros mercados
internos en espacios de valorización
de las multinacionales en crisis en los países
centrales. En una nueva etapa, hizo de los países
latino americanos presas fáciles de la oferta de
capitales que no encontraban aplicación
rentable en un mundo en recesión, después del shocks
petrolero. Actualmente busca hacer de
nuestras economías plataformas de valorización
financiera, objetivo este que exige el
mantenimiento de la libertad plena para los flujos
internacionales de capital, la cobranza
incontrolable de los servicios de deuda, mediante la
imposición de inhumanos superávits
fiscales primarios y el sacrificio de millones de
vidas que yacen sin perspectiva y sin
horizonte.
Los economistas reunidos en el V Coloquio Latino
Americano de Economistas
Políticos en esta Ciudad de México y que acaban de
fundar la Sociedad Latino Americana de
Economía Política y Pensamiento Crítico afirman que
es preciso y posible dar un ¡Basta! a
esta situación. Precisamos de un desarrollo que
privilegie la verdadera inclusión social, la
universalización de servicios y bienes públicos, la
eliminación de las desigualdades, la
elevación de la calidad de vida, y la integración de
los pueblos hermanos que rescate la
soberanía, dignidad y altivez de nuestro continente.
Para ello es preciso trabar una dura lucha contra el
neoliberalismo, la ortodoxia
económica y contra todas las formas de imperialismo.
Es preciso tener conciencia de que una
política alternativa, si es formulada correctamente
no llevará al caos, como quieren hacer
creer aquellos que defienden la continuidad de la
situación. Al contrario, será capaz de reducir
el desempleo, la miseria y la pobreza, además de
crear mecanismos capaces de defender
nuestros países del rentismo parasitario y de la
especulación desenfrenada que, de cuando en
cuando, introduce nuestras economías en un pozo cada
vez más hondo exigiendo sacrificios
aún mayores.
Es preciso igualmente luchar con todas las fuerzas
contra aquellos gobiernos que,
electos a partir de un programa que prometía cambios
y hacían nacer la esperanza, frustran
esas expectativas y se tornan referentes de políticas
neoliberales.
Del mismo modo es preciso luchar para que se
sustenten en el poder los gobiernos
dispuestos a implementar políticas realmente
populares, a enfrentar decididamente los
imperativos del gran capital y a buscar la reducción
efectiva de las desigualdades inaceptables
de riqueza y de renta, que marcan nuestras
sociedades.
Nada de eso será posible si no se movilizan nuestras
poblaciones para alcanzar esos
objetivos. Esto implica la radicalización de la
democracia con la creación de procesos
efectivamente participativos, el fortalecimiento de
los movimientos sociales y el fomento de
la solidaridad entre los pueblos latino americanos.
La juventud debe tener un papel destacado en esta
marcha. Es preciso rescatar los
jóvenes para la defensa de nuestro continente y de sus
poblaciones hace tantos siglos
humillados y explotados. Es preciso impedir que ellos
sean seducidos por las promesas del
neoliberalismo, por los encantos del poder y por las
ventajas de la remuneración fácil.
Es necesario finalmente convocar a los pueblos
latinoamericanos para que se levanten
contra todas las formas de opresión, de explotación y
de imperialismo como acontece en
algunos países cuyas poblaciones han promovido luchas
libertarias, y destituido gobiernos
conniventes, mentirosos y corruptos.
La continuidad y profundización de esa lucha es
indispensable para que el continente
latinoamericano retome su dignidad y soberanía y
promueva la convivencia de sus etnias, y
pueblos haciendo su historia con sus propias manos.
Ciudad de México, 29 octubre
de 2005
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